Estamos levantados, ya ha
comenzado la rutina: aseo, vestirse, prepararse el desayuno o solo un café,
cogemos las llaves de la casa, la del coche, nos preguntamos dónde está el teléfono
y las gafas, también si hará frío en la calle, dudamos si coger una prenda de
abrigo, miramos el reloj y nos entran las prisas, vamos un poco apurados,
cerramos la puerta de la casa.
Es de noche, es por el cambio
horario, también viene el invierno, aunque lo hace a paso lento, las
temperaturas han descendido sobre todo a primera hora de la mañana, después
cuando el sol está en todo lo alto, a veces, hay que desprenderse del chaleco o
la cazadora. Respira en la puerta de la casa o de tu bloque y hace fresco, vas
hacia donde dejaste aparcado el coche y los cristales comienzan a tener
humedad, esa capa de agua depositada en los cristales durante la noche. Te
acomodas, te pones el cinturón de seguridad, introduces la llave en el contacto
y le das media vuelta a la llave, en ese instante el motor ruge, despierta, le
toca hacer su trabajo y llevarte a donde lo conduzcas. Pones las luces, activas
el limpiaparabrisas, mira por los espejos, no viene nadie, pulsas la palanca
del intermitente, engranas la primera marcha y te incorporas al carril de
circulación más inmediato al lugar donde estabas aparcado. Cambia a segunda, lo
haces con un movimiento grabado, que no tienes ni que pensar, así poco a poco
te vas incorporando al tráfico, vas alejándote de tu barrio y te vas acercando
a tu destino. Todo esto lo haces a diario por dinero, generalmente, no se hace
por placer, pocos desean levantarse tan temprano, a pocos les gusta su trabajo
como para desear llegar y hacer lo mismo o parecido al día anterior. La
necesidad empuja… el fin de toda una vida estudiando es esa, una rutina que se
acepta por necesidad, hay que llevar el sueldo a casa cada mes. Hay que abonar
las facturas, hay que comprar los alimentos, hay que poner combustible al coche
para que nos vuelva a llevar a trabajar.
No hemos sido capaces de inventar
nada mejor, tuvimos que echarle cuenta al que escribió aquello, que dice que
dijo: “ganarás el pan con el sudor de tu frente”. A pesar de ello, no fuimos
capaces de construir el trabajo como un gesto solidario, sino como el
sometimiento de unas personas a la voluntad y a las órdenes de otras, en el que
el reparto de beneficios es muy desigual. Ahora está llegando la automatización
de muchas industrias y las personas temen por sus puestos de trabajo, ven que
los robots pueden hacer lo que ellas hacen, no se cansan, no faltan al trabajo,
pueden desarrollar los trabajos más penosos, repetitivos o pesados, sin
protestar, sin enfermar, sin ausentarse y con una perfección que las personas
no podemos superar. Este es el adelanto, el progreso y no estamos preparados
para ello. No sabemos construir una sociedad robotizada que trabaje para
nosotros, porque el que hace la inversión, quiere recuperarla y tener mayores
beneficios.
Es por eso que si se quiere repercutir el bienestar y los
beneficios en la población, somos nosotros, entre todos, los que debemos hacer
la inversión, tenemos que ir a un sistema solidario, en el que todo sea
nuestro, de todos, y es cuando algunos ya están preparados para protestar,
porque lo primero que hacen es tildarlo de comunista. Siempre hay quien tiene
que calificar peyorativamente las cosas, o no se queda tranquilo. Hablo de un
sistema solidario, responsable y pensando en todos, en que los beneficios vayan
a repercutir en todos, que se distribuya la riqueza por igual entre todas las
familias, por eso es necesario que todos nos sintamos iguales y que invirtamos
entre todos en nuestro futuro con nuestros impuestos. No hablo de sistema
comunista ni socialista, ni lo califico de ninguna manera, y si tuviera que
hacerlo, repito, sería un sistema solidario de todos para todos. Si no estás
preparado no lo entenderás, te quedarás replicando que el comunismo fracasó,
como suelen decir muchos que no entienden la verdadera naturaleza humana de
valores, conciencia y amor.
Mientras no llegan las personas
preparadas, evolucionadas, etc. seguiremos repitiendo la rutina del desencanto,
de las desigualdades, de la precariedad laboral, de las levantadas a las órdenes
de los despertadores y las alarmas de los móviles. Seguiremos corriendo y
preocupados. Seguiremos las instrucciones del que nos explota y para el que
solo representamos una cifra de venta o de producción, que él multiplicara por
el margen de beneficio correspondiente de cada operación que tú hagas. Algún
día las cosas serán distintas, espero que llegue ese día, podemos hacer algo
diferente, de esto sí que estoy seguro.
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