Lleva tiempo el emérito queriendo volver a la que fue su casa, a su reino, se siente mayor y solo, lejos de los suyos, y ya son varios años. Como cualquier persona mayor es digno de lástima, pero vivir una vida al completo a costa de los ciudadanos de un país, rodeado de todo cuanto ha deseado, privilegios miles, fuera de la ley cuando se le ha antojado, marcando la desigualdad en el código legal español, porque como saben él es y ha sido inviolable, como su hijo, por la gracia de Dios, como si no hubieran nacido del mismo acto sexual humano, y por entre las piernas, como los demás.
Es inadmisible que sigamos manteniendo a una familia, que además, pintan relativamente poco porque el sistema partitocrático español los tiene bastante anulados y a su servidumbre. Toda la familia subvencionada hasta en los más exquisitos deseos, y no solo el rey y la reina, sino que han sabido asignar cantidades de dinero público a toda la descendencia. Llevas el apellido, pues toma tu buena ración de millones... ¡es que eres Casa Real!, y los españolitos a seguir comulgando con rueda de molino, a tributar, que hay que pagar a los poderes, que nos tienen que saquear, y a ellos se unen los partidos políticos, el gobierno, los sindicatos, la Iglesia y cientos de organizaciones y fundaciones que no conoce ni su madre, que nadie justifica los dineros que les entregan a fondo perdido como si doblar la espalda cada día fuera el deporte nacional para pagar cuantas mamandurrias se inventan los que mandan, y se pierde todo el dinero que les da la gana, y en el caso de los de la sangre azul... ¡la real gana!
Ahora el emérito se ve viejo, más cerca del cambio de estado, del sólido al gaseoso, y quiere volver. Felipe, el hijo de su padre y de su madre, el bien formado, el marido de la que daba los telediarios, se hace el firme contra la corrupción, aunque el barco haga agua por todas las esquinas, y no le deja que venga y se aloje en La Zarzuela. Eso es coto privado de caza, y el padre ya sabemos como se las gasta con un arma en la mano. Felipe desea seguir como está, sin dar palo al agua, de viaje en viaje, de comida en comida, de homenaje en homenaje, de premio en premio y de asignación en asignación. Dinero para la caja, millones para él, otros pocos para la mujer, otros pocos para cada una de sus hijas. Los mejores colegios, las mejores universidades alrededor del mundo. Los estudios que los terminan como la infanta aspirante a reina en el futuro termina la carrera militar, en menos tiempo que antes hacíamos la mili. Te ibas a casa de cabo primero, por ejemplo, y ella en el mismo tiempo cuando se dé cuenta sale de comandante de todos los ejércitos, o quién sabe si con más estrellas o sables en la bocamanga.
En pleno siglo XXI, no es que haya quien quiera cargarse la monarquía, sino que todo ese cuento de reyes, reinas y princesas, tendría que haberse quedado en los cuentos. Ya no pega en estos tiempos. No somos tontos, pero nos obligan a mantener a una familia por la cara, a tener cantidad de gente a su servicio para hacerle todas las tareas, darle seguridad, llevarles y traerles en coches, helicópteros o aviones. Y no solo en un palacio, sino allá donde se les antoje ir. Cada palacio debe costar una millonada cada año, por eso los políticos cuando hacen los presupuestos generales del Estado, ocultan todas las cantidades que les han de llegar a la Casa Real de decenas de formas para que no figuren, porque la transparencia hace mucho daño a los corruptos.
Para terminar, solo decir que D. Juan Carlos tiene lo que él mismo se ha buscado con el libertinaje con el que ha vivido toda su vida. Y si hubiera justicia y leyes justas e iguales para todos los españoles, el Rey como un español más tendría que haber tenido mucho cuidado para no haber acabado entre rejas, y no en Dubai. Hay demasiados pelotas alrededor de la Casa Real, siempre los ha habido, y ellos son muy culpables de que se les tenga que mirar hacia arriba y no de frente y a los ojos, como se miran las personas de igual a igual.
Seguiremos...
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