domingo, 17 de agosto de 2025

FUERA DE CASA EL TIEMPO SE ALARGA

 

                                                   Imagen: cnnespanol.cnn.com

    ¡Qué poco me gusta salir de casa!, me refiero a ir de viaje, a alejarme de mi zona de confort, a no dormir en mi cama, a no tener mis comodidades, a no saber dónde están mis cosas, la comida, los vasos, los cubiertos, a perder mi rutina, definitivamente, no lo llevo bien, no me gusta, no lo necesito. 

    Igual es una niñería a pesar de mi edad, pero como hablaba ayer con mi cuñada Luisa, la cual me refería que le encantaba viajar, conocer culturas, costumbres, etc., yo le respondía que no siento esa necesidad, que soy un adicto al viaje interior. Si quieres soy antisocial, inadaptado, inseguro, no me siento bien entre mucha gente desconocida. No me encuentro bien rodeado de una multitud, ni en lugares ruidosos, y es muy común que no se vigile el volumen de los sonidos o ruidos que se hacen. Eso me incomoda, no disfruto, por eso lo evito cuanto puedo.

    Soy así de raro, así de delicado, así de tonto, me gustan los lugares silenciosos, espaciosos, naturales y donde no se aglomere la gente, mucho menos donde se desmadre y se vuelva molesta. No tengo derecho a juzgar a los demás, ni a coartar su libertad o su modo de divertirse, pero lo cuento porque sus deseos chocan con los míos, porque nos hacemos incompatibles, y porque no vale que se quieran imponer los ruidosos amparados en que es un día, en que son jóvenes, y vengan otros a defenderles diciendo que todos hemos sido jóvenes, como queriendo decir que todos hemos mostrado igual falta de respeto al prójimo, pues quizás se equivocan.

    Un día me cuesta estar fuera de casa, así que ya pueden imaginar dos días fuera de casa, mucho más, y tres, comienza a ser una eternidad. No le encuentro la punta, no es de mi interés abandonar mi pauta, mi rutina. Tengo costumbres sencillas y repetitivas, pero lo más significativo es que no siento nada que me tire a salir de ellas. Por otro lado, se da la paradoja de que no tengo apego a mi casa, al lugar donde vivo, podría ir a vivir mañana a cualquier lugar de la geografía, si es un cambio para quedarme allí. O sea, que vuelvo a instalarme con lo mío, con mi cama, con mis vasos, con mis baños, aunque sea en la otra punta de España. Me da igual, y estoy seguro que al otro día ya no me volvería a acordar de mi casa anterior, pero ha de ser así, no de estar de "prestado" en la casa de otro, con su orden, con su limpieza, etc. Todo me influye, soy escrupuloso, no puedo comer en platos, o con cubiertos, que me encuentro en los armarios de las viviendas que alquilo. Igual me sucede con el uso de los baños, con la toallas de los hoteles y de las casa rurales, no me dan tranquilidad, sino algo de rechazo.

    Bueno, hasta aquí el psicoanálisis, que se vais a enterar de muchas cosas, y yo escribo por un desahogo interior en ciertos momentos de mi vida. Aprovecho para recordar que escribir es una gran terapia que hace años descubrí. Os animo a que os conozcáis más practicando la escritura, "vomitando en el papel", que es como coloquialmente lo expreso. Sí, ya lo sé, soy un tío cantidad de aburrido. Lo siento por todos los que decidieron un día compartir la vida conmigo, ¡me cuesta tanto...!

    Seguiremos...

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