Siguiendo con lo que ya había
indicado en anteriores escritos, sigo invitándote a que juegues a lo tuyo, pero
tienes que buscarte dentro de ti, en un esfuerzo por situarte en el corazón y
darle una pausa para que se exprese. Esta es la forma de jugar a lo tuyo y que
nadie haga contigo lo que se le antoje.
No hemos de confundir que en ese
intento de ser uno han de tener cabida los demás, eso es diferente a que los
demás te manipulen, o como suelo decir: escriban las páginas del libro de tu
vida. ¿Esto se entiende?
Los libres pensadores o personas
que tengan su propia brújula activada, son incómodos para la sociedad actual,
que nos prefieren seguidores sin opinión. Somos más fáciles de guiar y de
entrar por los dictados de los gobernantes, cuando nos limitamos a contagiarnos
de unos colores o de unas enseñas y ciegamente las defendemos. Esa sería la
situación ideal y preferida de los que quieren manipular las masas, y se haya
en contraposición a aquellos que dirigidos por nuestros sentimientos, sentido
común, amor e inteligencia en definitiva, no nos encasillamos, no permitimos
que otros nos muevan como si fuéramos marionetas, y esto es un incordio para
los que acostumbran a tirar de los hilos.
La sociedad tiene que despertar
del letargo, del atontamiento al que nos someten los medios de entretenimiento
puestos a nuestro alcance, y del que hacemos un uso abusivo; en parte, porque
hemos creído simplificar nuestras vidas o paliar nuestro sufrimiento, tratando
de no mirar nuestros pensamientos. Por lo que ponemos la cabeza, la mayoría de
las veces, en programas televisivos o aparatos de los llamados de nuevas
tecnologías, como: móviles y sus aplicaciones, ordenadores y su infinidad de
recursos y juegos, y el que hasta ahora era el astro rey del entrenamiento y la
vulgaridad: la televisión. Este último no podemos considerarle dentro de las
últimas tecnologías, sino dentro de las tecnologías de siempre, pues es un
miembro más de la familia, se sienta con nosotros para almorzar, para merendar
y cenar. Siempre está presente, como si no supiéramos que hacer cuando nos
sentamos donde este aparato tan singular y conocido, que por inercia ponemos en
funcionamiento apenas descansan nuestras posaderas en el cómodo sofá de casa.
Estos medios citados, que son
todos los que usamos habitualmente, están controlados y nos controlan de algún
modo. Nos quitan la posibilidad de ser nosotros para llegar a ser lo que sus
mentores quieran que seamos: pasivos. Esta pasividad se convierte en pereza
para moverse, y esta estaticidad es aprovechada para que la fuerza ciudadana
sea mínima, porque a muchas personas les cuesta muchísimo dejar su ocio, su
sofá, dejar de ver el programa basura del que es adicto, y no se cohesiona con
otros ciudadanos, no forma piña en pro de ninguna de las quejas que seguro
manifestará en su intimidad y para sí mismo. Esto hace que las manifestaciones
fracasen, que el poder no lo tengamos los ciudadanos, cuando por número o
cantidad nos corresponde, ¿lo entienden?
Sean selectivos, prevean que
desean ver en televisión y que uso razonable desean hacer de sus equipos, pero
no se enganchen todo el día a ninguna caja tonta, porque somos nosotros los que
llegaremos a estar vacios. El tiempo no hay que pasarlo, hay que vivirlo
estando presente. El tiempo en un reloj pasa solo, nosotros no tenemos que
ayudarle a que lo haga, es un círculo interminable, cuando parece llegar a su
fin, comienza de nuevo: a la noche le sucede la mañana y viceversa. Nosotros
tenemos la capacidad de aprender en cada momento estando presente, y eso es
apasionante. La observación silenciosa es enriquecedora, la reflexión
consciente, sentir, proyectar en positivo, hacer cosas que a uno se le apetece
hacer, tener tiempo para ello, nos aportan muchísimo. Sin embargo, la pereza
nos roba nuestro tiempo, en muchas ocasiones, cuando estamos frente a la caja
tonta.
Hay muchas cosas que nos pueden
aportar más y nos ayudan a sentirnos vivos: leer, escribir, hablar, pasear,
compartir momentos, ayudar, amar.
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