Además de toda la parafernalia
cotidiana en la que estamos todos inmersos: Trabajos, estudios, fiestas,
celebraciones, eventos deportivos, tendencias, modas, etc.; hay más, estás tú
lo más esencial. Eres lo más importante, y también está el mundo mágico, aquel
que traspasa las barreras del pensamiento y de la mente, al menos como la
usamos normalmente.
He aprendido durante los veinte
últimos años, que las cosas suceden por algo, que muchas de las veces no
estamos atentos como para percatarnos de esos momentos especiales, y
simplemente decimos: “¡que casualidad!”, o ayer soñé con tal cosa que viene a suceder
ahora, o vi en el sueño a una persona y no pasan dos o tres días cuando me
encuentro con aquella persona. Es como si en los sueños se nos contaran, se nos
comunicaran cosas, son premoniciones que se cumplen.
Nos relacionamos en diversas
frecuencias, existen diferentes dimensiones en las que se coexiste y se interactúa.
De lo que no se conoce se habla como de algo paranormal, porque la mente
consciente de uso diario no es capaz de ofrecernos una explicación racional de
lo sucedido. La magia existe, ese carácter mágico al que me estoy refiriendo
nos acompaña y se manifiesta, a pesar de que nos rebelemos en su contra, le
neguemos, no creamos en su existencia, o sencillamente jamás nos hayamos
detenido a pensar en ello; bien porque estemos demasiado ocupados, bien porque
estemos muy distraídos.
Cierto es que la sociedad actual
lo pasa por alto, no educa para coexistir con ese medio mágico que envuelve
nuestra existencia, pero que sin embargo está aquí, se comunica con nosotros,
nos ofrece visiones, comprensión, conocimiento, sabiduría, y nos ayuda a
avanzar en nuestro camino espiritual de realización. Un darnos cuenta de que ya
somos, de que ya estamos completos, de que vivimos engañados por unos intereses
externos, ansiados, irreales, dejándonos llevar por el oleaje de lo superfluo,
creyendo que tenemos que hacer una fiesta tras otra, una comida tras otra,
buscando la alegría, la risa, el pasarlo bien, y no hay nada malo en ello si no
fuera porque dependemos de que todo eso se cumpla para sentirnos bien. Estamos
a merced de todos esos componentes o aspectos externos a nosotros, si no nos
cuadran los resultados nos afligimos, nos sentimos mal, nos irritamos, o nos
hundimos.
Sin embargo, cuando te sitúas en ti,
eres tú el centro junto con el resto de la humanidad, adquieres otro nivel de
conciencia, de respeto y de amor. Te importan los otros, y la alegría o el gozo
brotan de tu corazón, es tuyo, tu estado natural, y puedes vivir cuanto quieras
del exterior sin que te haga falta si no quieres. Pero una mayoría de gente se
ahoga en sus casas, se ahogan en sus barrios, se ahogan cuando están consigo. A
esto no nos enseñan porque nuestros padres, y nuestros educadores, se
encuentran como nosotros, sencillamente perdidos y siguiendo el paso
normalizado de la locura colectiva. Dicha locura es el intento de tener control
de todo, de sufrir temor o miedo en muchas situaciones, de querer vivir el
momento futuro antes de que llegue, hay prisas se vive con mucho stress y
ansiedad, la gente se aburre con facilidad de lo que hace. El egoísmo es
impresionante: yo y después yo, un poco mi familia, y las migajas para los
amigos, para los que no conocemos, ni agua.
Un día comprendí que mientras no
llegue a querer al hijo de alguien como quiero a mis hijos, por ejemplo, no
habré aprendido lo suficiente. Esto lo podemos aplicar a los diferentes parentescos
y al mismo tiempo a todos los extraños que se nos ocurran. Mientras no seamos
capaces de vivir así no estaremos construyendo nada, sino que estaremos soportándonos
como mejor podamos, estaremos sacando de la convivencia cuanto a nosotros más
nos interese, y la cohesión social seguirá quebrada, tal como ha sido en
general salvo en pequeñas comunidades que comprendieron que se puede vivir de
otro modo.
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