Ha caído
chatarra espacial y la noticia es tratada con curiosidad. Nadie sabe lo que es,
se lleva a un centro de formación profesional y se deja allí depositada. Parece
que es un depósito de combustible o energía de algún artefacto, un satélite o
parte integrante de una nave espacial.
La chatarra se
ha recibido con sorpresa, ha caído en el campo y ha sido encontrada por un agricultor.
Parece una narración bucólica hasta que uno cae en la cuenta de que no solo cae
agua del cielo, sino que también caen trozos metálicos que pueden matar a
alguien, y que una vez más las acciones del hombre son irresponsables en su
afán de conquistar el espacio mientras en la Tierra no han sido corregidos los
grandes errores, horrores y sufrimientos.
Hace unos días
la televisión mostraba una animación virtual en la que se representaba la
tendencia orbital alrededor de la Tierra, en la que estarían girando miles de
toneladas de chatarra espacial. O sea, que te multan en la Tierra por tirar
colillas al suelo o dejar cacas de perros en las aceras y, sin embargo, se
pueden dejar abandonadas a su suerte y la nuestra, miles de toneladas de restos
inservibles, dañinos, y quién sabe si asesinos.
Con este
proceder que tiene el hombre para qué investigar la posibilidad de buscar
nuevos destinos para la humanidad, si cuando tengamos que huir del desastre terrícola
que habremos ocasionado, ya habremos contaminado y convertido en un estercolero
interestelar la vía láctea. Además será peligroso salir de la atmosfera
terrestre por la alta posibilidad de colisionar con uno de esos restos que
viajan a la deriva.
¿Tan difícil
hubiera sido haber transportado todos esos materiales inservibles, del mismo modo
que se subieron para ponerlos en uso? Tendría que haber sido una obligación
hacerlo, pero a eso es lo que están acostumbrados los Gobiernos, a permitir “el
progreso”, aunque se ponga en peligro la vida de las personas. Aunque se
contamine, aunque se envenene el medio y a los seres vivos, o aunque se pueda
extinguir la humanidad. Lo que les importa es el movimiento de dinero y las
ganancias que les renten. Los actos responsables no van con ellos, las
exigencias lógicas como son la recogida de sus desechos solo han quedado para
los dueños de los perros. Los grandes empresarios, las grandes corporaciones
pueden seguir ensuciando y matando como mejor les plazca. Hay que proteger las
inversiones, los miles de millones en averiguar cómo son los otros mundos,
aunque no nos hayamos enterado de nada de lo que está pasando en este, y mucho
menos sepamos cómo solucionar los problemas en este, en el que vivimos.
Cuando las
chatarras comiencen a caer sobre las ciudades y produzcan daños o muertes,
¿quiénes serán los responsables?, ¿quiénes se harán cargo de las
indemnizaciones?, ¿Qué Gobierno va a dar la cara? Como siempre, después nos
lamentaremos de no haber puesto las normas adecuadas, pero como sabemos las
normas son para los ciudadanos de a pie, no para los poderosos, ellos se las
saltan con el beneplácito de los gobernantes.
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