Cualquier
persona sensata siente en estos días pesadumbre por los incidentes violentos y
terroristas de las últimas horas. Cualquiera llega a cuestionarse sobre lo mal
que lo están haciendo algunos, que nos ha llevado a tener que soportar las
amenazas continuas de una gente insensible o trastornada.
Quieren que el
clima normal aquí sea el que ellos han sembrado allá por donde transitan:
tiros, explosiones, cadáveres tirados en las calles, gente aterrada, gritos,
llantos y fanatismo. Tienen el propósito de convertir a todo el mundo en el
salvaje sistema, que encorseta la voluntad de las personas mediante el terror
de la represión.
Eso no es vida
sino fascismo del duro. No se puede ir por ahí asesinando al por mayor, no
estamos hablando de un matadero de bestias o animales, que tampoco se merecen
ese final. Aunque por el momento han conseguido ser el centro, que estemos
preocupados y que los medios de comunicación solo hablen de ellos, de sus actos
cruentos y de los bombardeos, que supuestamente, reciben sus posiciones en
Siria.
La mayoría de
estos asesinos a sueldo nacieron en Europa, tienen identidad comunitaria, han
estudiado con la ayuda de los Estados europeos y pagan de esta forma a quienes
les acogieron, les dieron la misma nacionalidad y les aceptaron en el seno de
una sociedad democrática. ¿Qué es lo que esta gente no soporta de un sistema en
el que puedes sentirte, más o menos, libre?
Irremediablemente
ha de ser la intromisión de los Estados extranjeros en sus países de origen lo
que propicia este salvajismo. Además de la descabellada idea de esta gente de
volver a conquistar las tierras de sus antepasados. ¡Por Dios!, hay que pasar
página, hay que convertirse en un hombre moderno, inteligente y evolucionado.
No podemos seguir matando, en lugar de organizar cumbres políticas para abordar
los temas pendientes, y dialogar.
Habrá que
dialogar con quienes mandan a esos grupos que siembran el terror. Hay que
hablar con ellos y conocer cuáles son sus quejas y sus demandas. Hay que llegar
a un acuerdo definitivo y de respeto, para que cada uno en su casa se organice
a su manera, y todos podamos vivir seguros y sin sobresaltos en las nuestras.
El castigo violento traerá más violencia tanto para un lado como para el otro,
por tanto esta no es la forma. Es una forma de sacar pecho, como se suele
decir, pero sacando pecho lo único que se consigue es pavonearse ante los demás,
no se solucionan los problemas ni el dolor de la gente, se produce más dolor.
No digo que
haya que poner la otra mejilla, sino que hay que coger al toro por los cuernos.
Y eso se hace con voluntad de dialogo con los altos cargos que dirigen a esos
terroristas, conociendo sus quejas y rectificando tanto unos como los otros,
para conseguir una convivencia en paz. Ya sé que es fácil plasmarlo en papel,
pero lo digo porque el que es golpeado se enciende de repente y su solución es
machacar un poco más al contrario. Así se consigue que el otro, a penas pueda,
vendrá a machacarte a ti.
Menos
bravuconería, menos fanatismo y más cerebro. Esto, o más muertos aquí y allá.
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