Ya el problema
de los refugiados no está de moda, ya se han quedado olvidados tras las
alambradas metálicas, supongo que hasta que las enfermedades los respeten. Son
miles y los Gobiernos reubican a treinta, ¿esto soluciona algo? ¿Dónde ha
quedado la sensibilidad, la humanidad?
Nadie quiere
decir lo que deben hacer otros en su casa, pero cuando el problema que originan
aquellos nos afecta a los demás, hay que tener lo que hay que tener, y hay que
exigirles a los gobernantes de esos países, que se den las condiciones
adecuadas para llevar una vida digna en sus territorios. ¿Quién le pone el
cascabel al gato?
Hay que
implantar medidas de presión económica, que al final son las únicas que
entienden, para que cedan en sus recios comportamientos deshumanizados. Hay que
bloquearles las importaciones y las exportaciones, para que no puedan hacer
negocio de ningún tipo con el exterior, es la única forma de que cambien. Si
haciendo esto, lo que se hace es empeorar las condiciones de los ciudadanos de
esos países, hay que organizar una acción para arrestar a esos crueles
dirigentes que están ahogando y empobreciendo hasta hacerles la vida imposible
a sus ciudadanos.
Esos genocidas,
gobernantes de ciertas zonas de la Tierra, tienen que ser destituidos si no
llegan a comprender que su riqueza no puede basarse en la pobreza y la muerte
de sus gentes. Tienen que dejar de mandar en países en los que las bombas y los
disparos no cesan, y todo lo quieren imponer por la fuerza. El terror no puede
ser su arma para dominar a la población. Hay que poner fin a todo esto, pero no
por intereses de los recursos de terceros, sino por simple humanidad.
La
redistribución de riquezas, de comodidades y de oportunidades debe ser de
obligado cumplimiento para todos los gobernantes mundiales. La soberanía de
todos los países debe residir en los pueblos, en los ciudadanos de cada uno de
esos países. Todo se debe orquestar para que el poder lo tengan las gentes,
para que llegue el pleno empleo, para que los salarios sean dignos, para que se
pueda consumir moderadamente y para que las desigualdades sociales sean
mínimas.
Ser
inteligente no es solo ser más pillo que el que tenemos a nuestro lado, como
sucede actualmente. Ser inteligente no es solo servirse y humillar al resto de
los vecinos. Ser inteligente es comprender las necesidades de los demás, obrar
con corazón y humildad, saber construir una sociedad que haga feliz a sus
habitantes. Ser inteligente es proyectar y llevar a cabo un modelo productivo,
educativo, sanitario, social, legislativo y judicial, que no margina a nadie y
que a todos satisfaga. Ser inteligente es ser más humano, en definitiva.
¿Dónde estamos
ahora?, en las antípodas: lucha, guerra, terrorismo, pobreza, discriminación,
desempleo y trato vejatorio. La mentira es la moneda de cambio de los
dirigentes mundiales, la dejación de sus funciones y responsabilidades, el
incumplimiento de las leyes y los acuerdos, la incoherencia, las mentiras y la
corrupción. La necesidad de cambio profundo es urgente.
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