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Está claro que cada uno estamos en una frecuencia distinta y condenados a entendernos, por tanto no hay nada que decir, y casi todos hablamos más de lo que sería pertinente. Todos damos consejos a los demás, opinamos de todo lo que hacen, no recibimos bien las intromisiones, discutimos, nos disgustamos y olvidamos el amor, o simplemente, se fue de paseo.
Falta silencio y sobran palabras, de lo contrario es un esfuerzo continuo para tratar de convencer al otro, o al menos para que comprenda nuestro punto de vista, ¿con qué derecho? ¿nos pidió opinión o ayuda? Casi nunca es por eso, nos tomamos la licencia por nuestra parte y nos metemos en su vida, en su forma de ser y hacer las cosas... ¡Silencio, más silencio! ¿Está el otro interesado en nuestro punto de vista, nos lo dijo expresamente? Casi nunca sucede así, todos estamos demasiados interesados en nosotros mismos, nos creemos llevar razón, creemos tener la mejor lógica para analizar lo que fuere, el mejor sentido común, estar en posesión de la verdad, ¡somos unos arrogantes!
El no enfrentamiento es la posición neutral y sabia de saber vivir con lo que venga, con lo que llegue, y dejarle pasar con suavidad, sin acritud, sin violencia, con amor. Cuesta, claro que cuesta aprender a ser así, a actuar así, a sentir así, a funcionar así. El enfrentamiento nos irrita, nos pone de los nervios, salimos en la defensa de nuestras creencias, no queremos quedar mal delante de los demás, nos sale el ego y el orgullo, que viene a ser lo mismo, y nos mostramos bravucones, creemos que de no hacerlo estamos quedando en evidencia, que nos están ridiculizando, que el otro está quedando por encima, y solo nos estamos retratando todos en cada instante. No gastemos energía ni tiempo irrepetible y valioso en asuntos de conflictos, demos las mejores soluciones, sepamos marchar con lo que se esté dando, sepamos aceptar, aceptemos, vivamos con plena consciencia el momento, aprendamos de la situación, crezcamos interiormente en todos los niveles, sigamos evolucionando hasta darnos cuenta del ser de luz que ya somos.
Menos mal que no había nada que decir, pero creo que todos ahora habéis entendido a que me he referido, a evitar el ruido, la verborrea imparable que exhibe mucha gente, ese no saber estar en silencio, callado, disfrutando del momento presente con todos los sentidos, concentrados y relajados, con plena conciencia del instante. Nos va a ir mejor a todos, vamos a resultar más cómodos y respetuosos, menos conflictivos, vamos a vivir más plenamente. ¡Que la vida nos coja despiertos y lucidos!
Seguiremos...
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