Debemos pensar en los menos
afortunados, en los que no han tenido suerte, no se prepararon, no pudieron o
no quisieron, da igual la causa, todos hemos cometido y cometemos errores,
nadie está libre de equivocarse. ¿Le dejamos abandonados a su suerte?, ¿es eso
lo que debemos hacer?, son parte del todo y tenemos que ayudarles para que
caminen con los demás, porque su desgracia es el fracaso de la sociedad y por
ende, el de la humanidad.
¡Ábranse a los demás!, acojan a
los otros como a su propia familia, entablen relaciones y enriquezcámonos
todos, esforcémonos por relacionarnos, aprendamos, demos, ayudemos,
colaboremos, apreciemos a los demás. La vida se hace de momentos bellos y solo
nuestras interpretaciones los afean, los retuercen, porque lo que es, solo es,
ni es lo que pudo ser, ni lo que podría ser en el futuro, es lo que se da en
este momento, no existe nada más.
El interior de cada uno habla, se
expresa, es sabio y nos conduce si nosotros les escuchamos. Se aproxima más al
sentir, a la quietud, a la libertad de ser y el fondo solo entiende de amor, de
comprensión, y de valores positivos. Así se percibe cuando se ha ido a su
encuentro, cuando ha dejado de ser un robot social, un producto de la
mercadotécnica, un automatismo de la acción-reacción y comienza a comportarse
como un humano más puro. Solo así se percibe el caos social, la demencia
colectiva, el deporte ocioso-automático de la masa, y se empieza a comprender
qué este rollo envuelto de convivencia, de papeles para representar, no lleva a
ningún lado.
Los humanos nos buscamos, hacemos
nuestros círculos de amistades y familiares, nos necesitamos para avanzar, para
aprender los unos de los otros, para construir juntos una humanidad más digna
que la actual, más avanzada también, que se encamine hacia la equidad, la
justicia y el amor. Se puede hacer mucho, hay mucho por hacer y sin embargo la
mayoría de la gente está a lo suyo, haciendo y valorando su pequeño circulo o
círculos, sin aprender que el circulo grande ha de ser exactamente igual que el
pequeño. No se deben dar diferentes tratamientos o, ¿tenemos que ser de muchas
formas según los momentos y a quienes tratemos?
Somos gregarios, somos la
colectividad, somos integrantes y partes, pero no se debería diferenciar la
parte del todo, ese es el extremo que buscamos, la unidad, ser uno con todo lo
que es. Ahí se haya la plenitud, en conocer que lo somos todo, que todo es lo
mismo, que nada hay que tenga vida y sea al margen de lo demás, por eso no se
puede ni se debe abandonar a nadie. Todos somos igual de importantes y
necesarios, que todos somos lo mismo, que tu que lees y yo que escribo somos lo
mismo.
Hoy por tí y mañana por mí,
¿comprenden esto?, hay que remar por todos no para uno mismo, porque queramos o
no, la barca la ocupamos todos, el proyecto universal es común y en la vida tan
solo nos queda ser lo más impecables que podamos, tratando de alterarla lo
menos posible y esto es lo que no entienden muchas personas, por eso no ven la
oportunidad de hacer nada importante aunque lo tengan delante de sus narices. A
veces, muchas veces, solo una mirada, un abrazo, una sonrisa, una palabra
amable, un gesto cualquiera puede decir mucho, pero hay quien no habla, no
mira, quienes no pueden disculparse, hay a quienes les cuesta un esfuerzo atroz
tener un gesto de amor hacia los demás, por eso hay que flexibilizar, hay que
abrirse a la vida, hay que dejar que fluya.
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