Ya está aquí el frío, hemos
pasado de una semiprimavera que vivíamos en Sevilla a un invierno no propio de
estas latitudes, y es que todos los años sucede lo mismo; pasamos de
temperaturas de veinticuatro o veinticinco grados a temperatura de ocho o diez
grados, acompañadas del viento gélido propio de regiones nevadas.
Sevilla es drástica en esto de
las temperaturas, o hace calor, o hace frío, los días con temperaturas agradables
son más bien escasos, por eso hay varias cosas que nos distinguen, las charlas
en las terrazas de los bares acompañadas de cervezas bien frías, así como las
interminables veladas alrededor de la mesa de camilla, para que lo entiendan
los que no son de aquí, y tal vez no tengan la costumbre, es la típica mesa
redonda con su ropa, más bien de tela gruesa, que llega hasta el suelo y que
sirve para echarla sobre las piernas de las personas que rodean la mesa.
Debajo, en el interior de la mesa suele haber un brasero, antiguamente era de
cisco, de carbón menudo; en la actualidad casi todos ponemos algún modelo de
calefactor eléctrico.
Cuando llega el frío gusta de
comer sopita bien calentita, guisos y para las sobremesas o meriendas ponerse
un cafelito bien calentito, de forma que gusta asir el vaso o taza con ambas
manos para aprovechar su calor, que es transferido a las frías manos. Estas costumbres,
en tiempo de frío, son muy reconfortables y las repetimos en casi todas las
casas sevillanas. Tan solo poner a hervir la sopa para echarle unos fideos o
hacer café, llena la casa de aromas que parecen hacer subir la temperatura en
el interior de la casa.
Sevilla es húmeda, será por su
río, el Guadalquivir que cruza la ciudad y siempre lleva agua, todo el año es
escenario de fotos para los turistas y también un lugar donde se practican
deportes acuáticos, principalmente piragüismo. Con esta humedad, cuando llega
el frío, parece que jamás lleva la ropa suficiente pues es como si el frío te
calara hasta los huesos, siempre tienes frío si vas por la calle o te apartas
del calentador, si estás en el interior de una casa o edificio.
En Sevilla capital no nieva, es
raro levantarse y encontrarte el suelo con nieve, a lo sumo ves una película blanca
como consecuencia de la helada o gélida noche, pero poco más. Cuando llueve si
pueden caer granizos, y es apasionante ver como se va llenando el suelo de
bolas de nieve, que tienden a desaparecer con prontitud. A pesar de ello, aquí
hace frío, en invierno podemos amanecer a cero grados muchos días, y también con
algunos grados bajo cero en contadas ocasiones, pero la humedad y el viento te
hacen tener la sensación térmica de que la temperatura es mucho menor.
En los bares se despachan más
licores: aguardientes y coñacs, que en el resto del año, porque muchas personas
tienen la costumbre de pedir un café y acompañarlo con su copa correspondiente
para combatir el frío, esto es muy típico, en especial en las personas más
mayores. Los jóvenes no lo hacen, es una costumbre arraigada en los abueletes
del lugar, con mucha más frecuencia en los mayores residentes en los pueblos de
la provincia, ahí no falla, entras en una tasquilla, bodeguita o pequeño bar de
un pueblo y parece que estamos en Navidad porque te envuelve el olor, la fragancia
de los licores propios de esa fecha. Es verdad que cuando hace frío en Sevilla,
las fiestas navideñas están a la vuelta de la esquina, así que cuando te llegan
esos olores, por todos reconocidos, nos traslada al sonido de las panderetas,
al canto de los villancicos y a todos aquellos dulces, olores y sabores tan
propios de la Navidad.
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