El hombre vive en su jungla
particular, en la competencia por la vida del yo más si puedo y a cualquier
precio. Hay personas de toda clase y condición, hay personas que no son capaces
de hacer ciertas cosas, que otras personas pueden hacer sin despeinarse. Hay
habilidades, oportunidades, conocimientos que brindan salidas inesperadas y
triunfales. También hay personas que no encuentran su sitio, que no saben a qué
dedicarse, que pueden ver en otras personas aparentes capacidades menores, pero
que sin embargo muestran ubicaciones mejores.
Lo lamentable para mi es que el
hombre le está dando bocados a sus semejantes, le está quitando por la fuerza y
el poder que se otorga, el trozo de pan a los demás. No está usando su
inteligencia más que para hacer dinero, siempre el fin es el mismo, generar más
dinero, encontrar cualquier resquicio convertible en ganancias, especular con
lo que sea, legal o ilegal, peligroso o no para si mismo y para los demás, le
da igual si produce dinero.
El tiempo pasa y estamos
desaprovechando nuestra existencia, enredados en tonterías de mil clases,
discutiendo, perdiendo energías, enfadándonos, poniéndonos trabas los unos a
los otros, criticándonos en lugar de echarnos una mano para que nos elevemos
todos, para que crezcamos todos, para realizar una sociedad de seres
inteligentes capaces de compartir, diversificar tareas, completarnos, disfrutar
y llegar a ser lo que somos en el fondo, seres realizados y plenos; felices por
tanto.
Sin embargo ha establecido la
jungla humana que devora por poder, que arrincona a las personas, que les priva
de recursos básicos, que les explota, que les manipula y les hace sufrir porque
otros se aprovechan de su depresión en todos los sentidos, para sacar partido
monetario de esta situación de precariedad colectiva. Este es el modo en que la
clase elitista devora las ambiciones y expectativas del resto de la población.
El hombre, estoy convencido, es
mucho mejor que todo esto, puede hacerlo tremendamente mejor de lo que lo hace,
puede y tiene capacidades suficientes, dispone, si quiere, de bondad y amor
sobrado para darle la vuelta a esta sociedad que parece haber llegado al límite
de su sostenibilidad decente. Se ha convertido en un caos de corrupción,
opresión y en un sin sentido, que no satisface a casi nadie en lo más profundo
del ser. Existe una muy mucha incompatibilidad entre como están dirigiendo,
entre el camino establecido por el que nos sentimos obligados a transitar y lo
que demanda nuestro interior.
Cada persona es única y tiene
unas virtudes que esta sociedad no se permite escuchar, fomentar ni le da
ocasión a que se manifiesten. Cada persona es un artista sin igual, cada
persona se merece todo y nadie debería de ser aislado por causa de unas
condiciones mezquinas impuestas por los poderes que rigen las sociedades, que
prefieren los saldos bancarios a las personas. Hay “caras de ángeles” traficando
con personas, con órganos, asesinando o mandando a que lo hagan, traficando con
armas, o tirando comida de los establecimientos antes que darla a los
necesitados. Hay una Iglesia con un patrimonio bestial mientras una parte del
mundo se muere por falta de alimentos, ¿qué clase de religión es esta que hace
esas cosas, que no vende lo que tiene y se va junto a los más necesitados para
crear el medio de vida autosuficiente para esos pobres?
Esas personas, que hacen esas
cosas, tienen sus familias, sus hijos y ayudan a corromper el mundo, se
levantan cada día para hacer el mal cuando tienen la capacidad de hacer lo
contrario, tienen experiencia en los negocios como para desenvolverse en otros
medios más factibles, menos peligrosos y más respetuosos. ¡Tenemos que cambiar!
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