Espera tu turno para hablar, ¿no
te has dado cuenta que si hablamos varias personas al mismo tiempo no se oye a
nadie con claridad? Esto sucede con una frecuencia mayor de la deseada en todo
tipo de situaciones cotidianas, en ambientes relajados, pero peor aún en
conversaciones formales. Esta situación de discusión colectiva es normal verla
en una conversación entre amigos, entre compañeros de clase o de trabajo,
también en tertulias de radio y de televisión; el resultado es una pena porque
las aportaciones de cada persona no son compartidas ni respetadas por el resto
que interrumpen constantemente.
Cuando esto ocurre, que vemos es
muy usual, muchos no están escuchando atentamente la exposición de otros porque
están más atentos a lo que ellos quieren decir que al mensaje de la otra
persona. Además, no tienen la suficiente paciencia para esperar su turno,
anotar sus inquietudes o aquello que ellos quieren argumentar y decirlas cuando
llegue su turno. Sin embargo, este extremo es necesario para la buena
inteligibilidad de la tertulia o conversación, lo contrario es una algarabía de
palabras que se suceden provenientes de diferentes emisores, que se mezclan en
el aire sin orden ni concierto, cada vez en tonos más fuertes o gritones, según
los casos, sin llegar a conclusión alguna ni acuerdo de ninguna clase.
Las personas deberíamos saber
dialogar sin acaparar la conversación, nadie se encuentra en posesión de la
verdad absoluta como para que todos tengamos que oírles a ellos, es mucho más
enriquecedora la ponencia cuando es construida con orden y aportaciones de
todos los presentes o participantes, educadamente, respetuosamente, dando igual
valor a la participación de cada una de las personas integrantes de aquella
tertulia, conversación, coloquio o como queramos llamarle.
Hoy la reflexión sería esta para
ponerla en práctica apenas tengamos oportunidad, para desarrollar la templanza
de la espera, anotar nuestras aportaciones al tema tratado para poderlas
exponer en cuanto nos llegue nuestro turno, y sobretodo aprender a oír
atentamente las opiniones de las personas con las que estamos conversando.
Observemos cuantas veces tratamos o lo hacemos, me refiero a pisarles sus
palabras, miremos cuantas veces nos arrancamos sin que haya finalizado de
hablar la otra persona. A veces, los temas pueden encendernos más, pero aún en
esos momentos debemos saber esperar y respetar a los demás, porque en esta
sociedad nos saltamos por amiguismo, confianza o exceso de otros tipos, esa
pauta simple de respeto común: dejar que nos expresemos y oírnos con atención,
es así de fácil.
Con todo esto valoramos más a los
demás, es como que nos merecen un mayor respeto, es como que nos interesan
aquellas cosas que quieren decir, es como que nos dispensamos un trato más
cortés y humano, le damos a cada uno su tiempo, mejor dicho cada uno se
encuentra más libre de tomarse su tiempo sin ser interrumpido, es como que
cualquier conversación puede dar más de sí, que todo se vuelve más civilizado y
hermoso, ¿no les parece? Podemos ser una colectividad que nos atropellamos o
por el contrario, podemos ser un conjunto de seres con cualidades suficientes,
que nos respetamos, a los cuales los demás nos importan e incluso les amamos.
Esto es de lo más natural, es de lo más humano, es la falta de respeto, la
agresión, el insulto, la creencia de que el otro es menos, lo que nos traiciona
por caminos que transitamos disgustando a otros. ¡Cada día podemos ser mejores!
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