Cuando
hablamos, se mueven cantidad de ideas, transitan muchas palabras y no somos
grabadoras. No se captan el cien por cien de ellas y no todas tienen la misma
importancia para cada interlocutor. Así que cuando cada uno le refiere el
contenido a una tercera persona, pone el énfasis sobre términos concretos que
para él fue lo importante de lo que se trató.
Si esa tercera
persona contacta por separado con los dos interlocutores, observará que cada
cual dice cosas parecidas, pero, generalmente, da lugar a interpretaciones
diferentes. Así que llego a la conclusión de que comprenderse no es nada fácil
y nos sucede a todos en algunos momentos de la vida. Seguro, que con más
frecuencia de la que sería deseada.
En otras
ocasiones, otra persona nos refiere sus problemas o algún pesar y, libremente,
vamos y nos zambullimos en la historia del otro; damos nuestra opinión y aquel
se siente agredido o atacado porque lo que hemos dicho no es lo que quiere oír.
Hubiera preferido que le hubiéramos seguido la corriente y que le hubiéramos
apoyado, así que de cualquier cosita podemos hacer un mundo. Es mejor
mantenerse callados, escuchar y no opinar, porque hacerlo por tu cuenta tiene
sus riesgos. Y todos incurrimos en esto, tratamos de ponernos al lado del que nos
está refiriendo su problema o, sencillamente, damos nuestra versión sin que
nadie nos la haya pedido y metemos la pata. A veces, incluso, habiéndonos
autorizado nuestro interlocutor, familiar o amigo.
Decir que el
otro se sentirá agredido o atacado, quizá, es llevar las cosas un poco lejos;
pero observen que se termina discutiendo y haciendo maniobras con el lenguaje
porque percibimos que la otra persona se molesta o, al menos, cambia ligeramente
el tono de su voz. Todo lo que expongo está a la orden del día, nos sucede a
todos y con demasiada frecuencia. Son esos momentos que nos decimos: “me
debería haber mordido la lengua” o, “¿para qué tengo yo que meterme en dónde no
me llaman?”. Y no es que nadie vaya con malas intenciones, sino que, como dije
antes, cada cual da una importancia a una parte de la conversación. También
sucede que cada cual interpreta algo diferente de lo que se ha hablado y, en
cierto modo a la vista del otro es como tergiversar lo que se quiso decir. Ya
debemos de contar con ello, y por eso es mejor estar callados y dejar que las
otras personas digan lo que tengan que decir como lo quieran decir. De igual
modo, nosotros expresaremos nuestra cosas como mejor sabemos, pero que sepamos
que es más que probable que haya que discutir si se trata de defender nuestro
punto de vista. Cada cual tiene su punto de vista porque no existe la
comprensión completa, su mente y mi mente son diferentes pues se han construido
con formaciones y experiencias distintas. Por tanto, los razonamientos no son
iguales y entrarán en conflicto tarde o temprano, al menos que nos limitemos a
escuchar y ofrecer ayuda; pero ¡cuidado!, que esto es ponerse a favor de una de
las partes y hay dos partes, ¿cómo lo va a ver la otra parte?
Cuánto más
cercanas son las personas más comprometida será nuestra intervención, mejor
escuchar y mantenerse al margen. Cualquier ligera opinión será una excusa para
entablar una discusión que más tarde resultará poco agradable.
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