Lo que está
ocurriendo en el mundo no es normal. Hace unos meses teníamos varios barcos, a
la deriva, con miles de personas abordo frente a las costas de Tailandia.
Ninguno de los países cercanos se quería hacer cargo de esas personas.
Constantemente
llegan embarcaciones con emigrantes a las costas italianas, españolas, griegas
y de otras muchas partes del mundo. Con la misma frecuencia, se niegan a acoger
a esas personas los países receptores de las embarcaciones.
El año pasado
Rusia invadió Ucrania. La guerra en Siria dura ya cuatro años y está provocando
un éxodo masivo de su población civil. La policía de Macedonia lanza gases lacrimógenos
contra los refugiados que se agolpan en la frontera entre Grecia y Macedonia.
Tratan de hacerlos huir como si estuvieran expulsando animales de sus terrenos
fronterizos.
Es lamentable
ver a esas personas desahuciadas de sus países de origen, peleando por alcanzar
un pasaje en trenes en los que no cabe ni un alfiler. Algunos no pueden subir
al tren, es materialmente imposible, no hay hueco y, desesperados escalan hasta
alguna ventana medio abierta y se dejan caer, como pueden, al interior de los
vagones. Otras personas, totalmente desconsoladas y desbordadas por los
episodios, se sientan a vivir su desesperación. Estoy seguro de que lo hacen en
total oscuridad mental. No saben qué hacer o adónde ir.
Las
explosiones en las fábricas chinas de productos químicos que tantos muertos y
heridos han provocado, además han generado un grado elevado de contaminación
medio ambiental.
El atentado en
un templo hinduista de Bangkok de hace unos días, que dejó veintidós muertos y
alrededor de ochenta heridos.
Son muchas
cosas y muchos temas que se pueden abordar y no terminaríamos, pero lo que
importa es preguntarse: ¿qué nos está sucediendo a los humanos?, ¿por qué no
actúan los organismos mundiales?, ¿por qué existe este enorme grado de
impunidad?
Se suceden los
acontecimientos y algunos nos sentimos tristes, es duro ver las imágenes en los
informativos. Sobretodo, ese abultado número de personas desplazadas, sin rumbo
fijo, sin que nadie las quiera acoger. Todos miran hacia otro lado y, eso no se
puede hacer con las personas que huyen aterradas de sus territorios. ¡Es muy
doloroso!
Estaba esta
tarde en la piscina de la urbanización, miraba a los mayores y a los niños.
Unos, reposaban al sol sentados en sus hamacas. Los niños jugaban en el agua o
correteaban por el césped. Les observaba y me observaba, allí tendido en mi
toalla, sin temor alguno pero apenado; pensando en todas esas personas
desplazadas sin comida ni hogar. Aterradas por las guerras que se desarrollan
en sus países. Recordando las desgarradoras imágenes de aquellos padres y
madres que portaban, desconsolados y gritando, a sus hijos pequeños muertos en
el atentado de Bangkok. También aquellas miles de personas hacinadas en los barcos
a la deriva, varios días; enfermos, sin agua ni comida, frente a las costas de
Tailandia, porque nadie les querían acoger. ¡No se puede seguir dando un trato
deshumanizado a las personas!
No hay comentarios:
Publicar un comentario