La violencia
de género no cesa. Se incrementa el número de mujeres asesinadas en el
territorio nacional. Muchas voces reclaman de la Administración que haga algo
más al respecto. Si lo piensan, verán que es bastante difícil solucionar este
problema.
No se puede
destinar un policía para que conviva con cada familia de este país. Se ha
habilitado el teléfono 016 que no deja rastro en la factura, para que se puedan
denunciar los malos tratos, las amenazas, etc. Los jueces dictan órdenes de
alejamiento, que no siempre se cumplen. Se hacen campañas de sensibilización en
ciertos colectivos vulnerables, para que se atrevan a denunciar, unas veces o,
para que el grado de respeto hacia la pareja, aumente. Lo que es inevitable y,
lamentablemente, seguirá siendo inevitable es que en el seno de una familia “normal”,
se tenga una fuerte discusión que acabe en tragedia. Dicho esto, habría que
solucionarlo de otro modo, estamos todos de acuerdo; pero siempre será una
posibilidad de que la desgracia ocurra.
Hay varias
cosas a destacar, debe haber una actitud inflexible por parte de las victimas
de denunciar a sus agresores, desde el mismo momento que se produce la primera
agresión física. Si fuera verbal, ya podría ser suficiente para que se ponga en
alerta y si lo cree conveniente denunciarla.
Por otro lado,
los jueces deberían ser implacables con estos delitos, ayudados por una ley
dura y con unas medidas efectivas de alejamiento; que apenas fueran trasgredidas
se castigaran a sus infractores muy seriamente.
Por último,
nos queda la educación. Desde pequeños, en las casas y en las escuelas, tiene
que recibirse formación y educación, que nos conduzca hacia una forma de
relacionarnos con los demás con respeto y amor. La educación es la base de la
conducta y, solo con buenos cimientos, se pueden levantar grandes edificios.
Los padres han de dar ejemplo de una relación cordial y respetuosa. Los
educadores deben complementar esa labor educativa, que los niños deben traer de
casa cuando ingresan en la escuela.
Las personas
tenemos que formarnos físicamente, mentalmente y espiritualmente. Si abandonamos
algunas de estas parcelas, no nos completamos adecuadamente. El tema
espiritual, que algunos pueden confundir con religión, no forzosamente pasa por
ahí. En la educación falta mucho de introspección, de vivirse interiormente, de
autodescubrimiento. Esto es lo que yo le pediría a la Administración para
forjar personas con otro grado de concienciación y, por tanto, de respeto y
amor hacia los demás. En la educación, habría que incorporar disciplinas de
concentración, de relajación, de meditación; disciplinas como: Yoga, Chi-Kung,
Tai-Chi, etc., que son técnicas milenarias de probadas repercusiones para el
equilibrio y la salud, tanto física como mental. Cuando se profundiza en estas
disciplinas se despierta el ser espiritual que somos, se expande nuestra
conciencia, teniendo cabida los otros. Nuestro comportamiento se vuelve menos
egoísta y se ama mucho más a las otras personas. Esto es necesario para no
llegar a hacer daño a nadie.
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