No todos los
días son iguales. Ningún día hacemos exactamente las mismas cosas ni las
hacemos del mismo modo. Ningún día nos sentimos igual, unos días estamos más
cansados, más alegres o inspirados, etc.
Cuando
despertamos ya está el día esperando a que lo vivamos. Es importante la actitud
con el que lo saludemos, la esperanza que alberguemos, la motivación que nos
fabriquemos. Constantemente, tenemos la oportunidad de hacer cosas nuevas o,
bien, experimentar haciéndolas de una manera diferente. Es muy comprensible que
no siempre nos sentimos igual y, por ello, tengamos respuestas distintas. Lo
que importa es que seamos conscientes de lo que estamos recibiendo del exterior
y, al mismo tiempo, lo que sentimos y cómo respondemos. Que no sean respuestas
automáticas ajenas a nuestra voluntad. Eso sería formidable.
Cada día es un
misterio, que hay que descubrir. Es el regalo envuelto, al que debemos retirar
el papel para disfrutar de lo que hay dentro. Así son todos los días, aunque
nos neguemos a verlo. Son sorpresas, son maravillosos, siempre nuevos y
diferentes. Cada día tiene sus actores. En tu día tú siempre estás, pero
intervienen otras personas, las previstas y las que se cruzan en la película de
tu vida. Cada día sales a rodar una nueva entrega de tu film, otros dicen que
sales a escribir una nueva página de tu libro. De cualquier manera, es hermoso.
Nunca suceden
las mismas cosas exactamente igual. Siempre hay connotaciones, matices,
personas nuevas, respuestas inesperadas o giros imprevistos. Lo realmente
grande de todo esto es la capacidad de sorpresa, el saber fluir con la vida y
sus situaciones, como el que surfea las olas del mar. O sea, lo que es apasionante
es estar abierto y disponible, al mismo tiempo que consciente cuando se está
viviendo. Ser uno mismo y dejar que fluyan todas las cualidades que somos y
contenemos. No asustarse de nada, estar presente siempre, dar y recibir, mirar
y escuchar, admirar y amar. No mencioné hablar, pues el habla nos pierde mucho.
Metemos la pata demasiadas veces y con una frecuencia mucho mayor a la que
desearíamos. Mejor vivir con una mayor dosis de silencio, es más saludable.
Cada noche nos
vamos a quién sabe dónde y cada mañana volvemos. Dicen algunos sabios que cada
noche morimos para resurgir cada amanecer, tal como hace el día, la luz o el
Sol. Por la noche llega la oscuridad, se va la luz, se esconde el Sol, al
menos, para nosotros. Pero al día siguiente vuelve a mostrarse por unas leyes
físicas, que aseguran que va a ser así. Hay atracción entre los cuerpos
celeste, hay movimiento de traslación y rotación, que nosotros no apreciamos.
Estamos en un viaje constante, que parece no realizamos. Nada está quieto o inmóvil,
la vida es movimiento. Toda una conjugación o correlación de fuerzas y energía,
que han dado lugar a lo que se ha hecho cotidiano para nosotros; que sin
embargo, es tan extraordinario.
¡Que la vida
te coja despierto para que puedas vivirla!, es lo que se me ocurre compartir
contigo. No pelees con las situaciones, simplemente vívelas y que seas muy
feliz.
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