Hace unos días
presentaron el primer coche que se mueve únicamente con energía solar. Su
nombre es Lightyear One, tiene una autonomía de más de 700 Kms., no depende de
los carburantes fósiles ni se tiene que enchufar a ninguna fuente de energía,
lo que debe dolerle demasiado tanto a las empresas generadoras de electricidad
como a los constructores de automóviles.
A duras penas,
como si fuera algo muy lejano, están poniendo en el mercado los coches
eléctricos, pero muy poco a poco, como si no urgiera la lucha contra la
contaminación. Además, nos ponen productos en el mercado con baja autonomía
para que sea un hándicap comprar un coche eléctrico en determinadas
circunstancias como tener que viajar con frecuencia, de esa forma se aseguran
una doble venta: el coche de combustión interna y contaminante para los viajes,
y el automóvil eléctrico para el uso diario de ciudad. Así que no les ha debido
sentar nada bien que un constructor nuevo de automóviles aparezca con su
flamante coche solar que rompe las barreras de aquellos impedimentos hasta
ahora insalvables y totalmente dependientes.
Es evidente
que las eléctricas no querrán oír nada de esto, pues entre la fotovoltaica para
las viviendas y el otro gran negocio: alimentar eléctricamente a los millones
de coches en circulación que habría en el momento en el que todos los automóviles
fueran eléctricos, estarán que trinan.
Todo esto
viene a confirmar, algo que yo venía diciendo en mis libros anteriores cuando
me he referido al tema de los automóviles, que hay tecnología suficiente para
que ya todo el parque automovilístico fuera limpio, pero, a su vez, hay
intereses económicos muy poderosos por parte de los constructores automovilísticos
y productores de combustibles fósiles, que llevan años frenando la
comercialización del coche eléctrico. Las ventas de coches eléctricos crecen tímidamente
porque nos han colocado como intermedio, vendiéndolo como la opción razonable,
el coche híbrido, el que comparte dos motores: el de combustión interna (a seguir
consumiendo combustibles fósiles) y el eléctrico (a veces que se debe enchufar,
a veces no). A baja velocidad, en atascos en ciudad, circula con el motor
eléctrico y cuando le exigimos más rendimiento, aceleramos, etc., entra en
funcionamiento el motor de combustión, y mientras éste está funcionando tiene
ciertos sistemas de recarga de las baterías.
Pero cuando
están conduciéndonos con esa lentitud y amaño, aparece este producto de una compañía
holandesa que nos puede llevar de un lado para otro moviéndose con la energía
solar captada y transformada en electricidad por las placas solares con las que
se han diseñado su capota y tapas de maleteros. No obstante, anuncia su
fabricante que en situaciones de necesidad viene previsto de un sistema para
conectarse a la red como cualquier coche eléctrico. Eso sí, no se salva del
precio de lanzamiento de cualquier novedad… es excesivamente caro, su precio
rondará los ciento veinte mil euros, cuando como le sucede al coche eléctrico
se han eliminado miles de piezas con respecto al coche convencional de
combustión interna, o sea, que es mucho más sencillo y, seguramente, no hay
nada que justifique el elevado precio.
La industria
siempre hace lo mismo y lo justifica diciendo que hay años de investigación que
han costado millones de euros, que las baterías son productos muy caros, pero
siempre incurre en el mismo error, la inversión la quiere recuperar a la
velocidad del viento.
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