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El capitalismo
se pronuncia y, una vez más, quiere el aval del Gobierno. En estos momentos
críticos, económicamente hablando, para los pequeños empresarios, algunos
empiezan a alzar la voz para que sea el Gobierno el garante de los créditos que
las entidades bancarias concedan a aquellos. Una vez más preparan la trampa
para que la banca, como en el juego, nunca pierda, vamos, que ni arriesgue
siquiera. ¿Por qué el Gobierno ha de ser el avalista de todas las operaciones
que se celebren entre particulares y sociedades capitalistas, como son los
bancos? La banca, de nuevo, prepara una emboscada para poder salir de esta
crisis echando la culpa a unos y otros, pero cobrando seguro del dinero de
todos nosotros. ¡Ya está bien!, cuántas veces nos van a tomar el pelo, ¿no les
bastó con la anterior crisis, en la que se la compusieron para ser los
rescatados en lugar de la población pobre?
Si
transformaran la sociedad, y nos convirtiéramos en esa sociedad por mí
imaginada, que he esbozado en otras ocasiones, todo sería diferente, a nadie le
costaría dinero ninguna crisis, ni trabajar, ni emplear, ni vivir…, todo, todo,
se compensa con la colaboración con el sistema…, ya sé, según ustedes, comunista,
aunque yo no menciono color alguno, sino un sentir humano que sea capaz de
englobarnos a todos, de beneficiarnos a todos, y que verdaderamente no deje a
nadie atrás. No como solemos escuchar de los actuales y los anteriores
gobernantes. Ellos repiten que trabajan para que nadie se quede atrás, pero
saben que los dejan a propósito, que su régimen, su sistema, sus leyes no
protegen con eficacia a esos que van quedando marginados en esta sociedad
capitalista y moderna.
El turismo
empuja y todos los presidentes de Comunidades Autónomas ponen el grito en el
cielo para que no se pierda la temporada de turismo. El negocio, el dinero, los
empleos, el beneficio, seguir siendo los camareros del resto de Europa, les
preocupa demasiado, tanto como para exponer la vida de los españoles o
contagiar a los que vengan, o que ellos nos contagien, ¡qué más les da!, el
dinero por delante. Yo les digo: ¡cambien de sistema!, ¡atrévanse, cobardes!,
que son eso, unos cobardes sin piedad, pero con dinero, estamos en manos del
capital dando forma a un sistema mal diseñado, al menos para los intereses de
la ciudadanía corriente. El confinamiento se ha acabado, porque puede más el
taco de billetes que la salud de la población y preservarnos de ser contagiados…
¡eso se ha finalizado!, veréis como en unos días, pongamos por ejemplo, un par
de semanas, todo se convierte en fiesta en las calles, aglomeraciones de peatones,
embotellamientos de coches, furgonetas y camiones. Las gentes que puedan y las
vuelvan a admitir… a sus trabajos, y las que no al paro. El Congreso se volverá
a poner hasta la bandera, así como los campos de fútbol, las terrazas de los
bares, y volverán los ratones y las cucarachas a tener vida bajo las tarimas de
los establecimientos a los que les falte un punto de limpieza. Volveremos a lo
mismo de siempre, pero con una justificación imperturbable, que será esgrimida
por todos los cargos… ¡la pandemia! Esa es la responsable de todo lo que ha
sucedido y suceda.
¿A dónde
iremos a parar con gente tan rígida, con sistemas tan fácticos y facciosos al
mismo tiempo? Para mí setenta, para usted dos o nada… ¡depende!, depende de la
moral del cargo, por lo general escasa. Aquí se hace lo que a mí me salga de
mis santos c…, decretos van y decretos vienen. Lo hace el que está y lo hizo el
anterior en la estafa y traición cometidas contra toda la población española.
Un sistema sin dinero, donde todos trabajemos para el sistema, para la
comunidad, para el interés general del pueblo, es la única forma de romper los
esquemas macabros del capitalismo despiadado. Es la forma de que podamos vivir
todos dignamente, de que todos tengamos cabida, de que se acabe la competencia
y se inicie la colaboración, la cooperación, los avances y el progreso, porque
no pierden el tiempo, sino que se apoyan todos en todos y el objetivo se
alcanza con más facilidad, pues serán muchos más los que estén empujando en la
misma dirección, no como ahora. ¿Hay algo más denigrante y descarado con
significado de revanchismo y lucha por el poder?, que se puede apreciar desde
el mismo momento en que se conocen los resultados de unas votaciones, uno es el
ganador, el poder, los otros son la oposición, los que ponen palos en la rueda
del carro, ¿por qué no son los que están ahí para ayudar a los primeros a
conseguir el bienestar de la población. Ese sentido parece indigno de los
políticos, ellos mismos cuando se mencionan a sí mismos, lo hacen diciendo:
somos la oposición, somos el primer partido de la oposición… ¡esa es la
mentalidad de la clase revanchista y política existente!, y lo peor de todo es
que se sienten orgullosos de decirlo y serlo.
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