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El dinero no
se aísla ni se confina, el Dios don dinero es intocable, a pesar de ser uno de
los factores de riesgos del contagio del coronavirus más bestial. El dinero
pasa de mano en mano, se pone en contacto con todo tipo de productos,
sustancias y superficies. El dinero nadie lo desinfecta, viaja por zonas en
alerta, viola las fronteras cerradas entre países, pasan por infinidad de cajas
registradoras de miles de negocios. Quienes lo manejan, a veces tienen las
manos limpias, y la gran mayoría de las veces, sucias, con gérmenes de todo
tipo. El dinero ha podido estar en habitaciones de hospitales, en morgues, en
cementerios, en lugares donde hubiere focos de propagación de las más mortíferas
enfermedades. Nadie ordena que se confine el dinero, nadie habla de este agente
colaborador de la propagación de las enfermedades. Tocamos los billetes,
pagamos en los comercios, compramos un helado por ejemplo, tocamos las monedas,
recogemos la vuelta y cogemos el cucurucho y nos lo comemos. Después nuestra
pareja nos dice que quiere una cerveza, entramos en un bar, volvemos a tocar
los picos, la rebanada de pan que acompaña a la tapa que hayamos pedido.
Terminamos de consumir, pedimos la cuenta, sacamos más dinero del bolsillo o la
cartera, recogemos la vuelta nuevamente, la contamos trasteando las monedas y
los billetes. Extraemos un cigarrillo del paquete de tabaco, que viene boquilla
hacia arriba, la tocamos con la misma mano que lleva media mañana tocando el
dinero, que quién sabe por qué manos ha pasado, y nos fumamos placenteramente
el cigarrillo. Vemos a un conocido y le saludamos, le damos un buen apretón de
manos y nos transferimos el estado de ánimo junto con un buen número de
patógenos que portamos en las manos.
Esa ha sido
una secuencia habitual del día a día de cada uno de nosotros… ¡y no pasa nada!,
no hay quien se pronuncie al respecto, las personas se confinan, pero los
dineros no. Entras en un comercio, la gente procura separarse unas de otras,
pero si alguien entró contagiado sin saberlo y esparció los bichos con alguna
tos o estornudo, qué seguridad tenemos los que transitamos por las tiendas, y
¿qué ocurre con los productos que llevamos a casa? Si provienen de un comercio
donde entra gente contagiada sin saberlo, asintomática, pero están propagando
la infección, debo pensar que los productos pudieran estar infectados en mayor
o menor grado, ¿cuán seguros podemos sentirnos? A pesar de todo esto que no hay
quien lo controle, yo voy a volver a insistir con el invento del dinero y su
situación privilegiada dentro de la sociedad. El dinero es el rey, es el foco
de atención, es el centro de la diana para muchos, el único objetivo de sus
vidas. Es una necesidad inventada para someter a la gente, es una conveniencia
para diferenciarnos por clases y poder económico. Es la forma de hacer que en
la vida de todos, la principal preocupación sea trabajar para ganar dinero, y
así poder comer y vivir. Es un círculo vicioso del que no nos permiten salir.
El dinero ni
se confina, ni se habla de su gravedad como agente transmisor y propagador de
enfermedades, como facilitador de la pandemia que tenemos encima. El dinero
genera enfermedad con el contacto directo, pero también lo hace indirectamente,
es motivo de frustración intensa en la vida de muchas personas que se ven a sí
misma como perdedoras, derrotadas, o incapaces de conseguir el suficiente
dinero para vivir dignamente. Al dinero, que en sí no es nada, sino un trozo de
papel de colores o un pedazo de metal con la cara del subvencionado, se le ha
dado una trascendencia e importancia que supera la capacidad intelectual de
cualquiera que no dejándose arrastrar por la marea, es capaz de extraer sus
propias conclusiones, incluso de idear sistemas diferentes, sin dinero y mucho
más humano.
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