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Llegará el día
que estemos para el bien del ser humano, aunque eso requiera trabajo y
concienciación. Para algunos es muy complicado si en su vivir diario no están
presentes los de alrededor, si eso es así, ¿cómo llegarán a contemplar a los
otros, cómo le respetarán, cómo les harán las vidas más satisfactorias?
Lo primero que
debiera ocurrir es que termine todo aquello que destruye, corrompe, adultera,
poluciona, en definitiva, va en contra de la vida. El medio ha de ser el mejor
que podamos obtener, somos inteligentes, debemos encaminarnos de nuevo, la
senda no es la violencia, tampoco la de la esclavitud, la de la dominación ni
la de la exclusión. Lo tenemos todo para crecer en todos los sentidos y todos
los ámbitos de esta existencia. Si la tarta parece que no llega para todos los
asistentes, lo razonable es hacer porciones algo más pequeñas para que todos
puedan probar la tarta. Tenemos la capacidad de amar a los demás y en cada acto
nuestro podemos demostrar de qué estamos hecho. Cada acto nuestro tiene
repercusiones que debemos medir antes de hacer algo que empeore la convivencia.
El otro importa como si fuera de nuestra familia, es así como debiéramos transitar
por este mundo. La agresividad y la violencia han forjado la historia de los
pueblos que se mostraban como bárbaros destructores, salvajes seres empujados
por las hordas de poder para arrasar territorios en pos de la victoria y la
conquista de las tierras. Nos hemos movido a lo largo de la historia con un
egoísmo exacerbado, dominados por la agresividad, el odio, el deseo de venganza
en algunos casos, el del poder en otros muchos. Hemos sometidos a los pueblos indígenas,
hemos violado a sus mujeres. Hemos matado a mujeres, ancianos y niños. Hemos mal
entendido el mensaje divino que un poder eclesiástico y maligno usaba para incitar
a los hombres para que hicieran la guerra santa contra todos aquellos que no
creyeran como ellos, o en lo mismo que ellos.
Nos han
manipulado hasta el infinito, han asesinado a millones de seres humanos, y
todavía hoy las guerras continúan haciendo valer esa sinrazón, esa locura de
algunos poderosos y gobernantes que machacan poblaciones para conseguir sus
fines económicos. Solo saben imponerse por la fuerza, solo saben destruir, solo
saben arruinar vidas, amputar vidas, hacer desaparecer familias, violar niños y
niñas, empobrecer poblaciones, arruinar la vida de millones de personas,
endeudar países, sin importarles los luctuosos y desgraciados resultados de sus
campañas militares. ¡Todo eso tiene que acabar!, ¿cómo es posible que haya
quien no lo entienda, tengan la intención que tengan?, los problemas no se
solucionan matando, sino educando y concienciando a la vez que proporcionando
las condiciones óptimas para vivir. Es ahí en lo que debieran estar todos los
gobiernos del mundo, en favorecer la convivencia, el medio de vida de la gente,
el bienestar y la salud de las personas que estén a su cargo. Ese término
último no es correcto, no estamos a su cargo, aunque ellos hayan inventado un
sistema que nos controla y nos dicta la manera de vivir. El chiringuito en cada
país es sostenido por su población. Es esta la que pone el dinero para que el
chiringuito se mantenga en pie. Somos los ciudadanos del mundo los que debiéramos
ser escuchados, si no es así nunca sabrán cómo queremos vivir, para qué nos
desprendemos de parte de nuestras horas de trabajo en forma de dinero ganado
con nuestro esfuerzo.
Las personas
tienen que estar encima de la pirámide económica, por ser las piezas fundamentales
en la consecución del dinero, también por importancia en la cadena evolutiva,
por inteligencia, por conciencia y prioridad necesaria, etc. Todo el que no
entienda esto está desfasado o alberga maldad en cada célula de su cuerpo.
Somos un todo, y como todo debemos avanzar sin dejar a nadie detrás, ayudarnos,
colaborar y menos competir en el sentido de destacar al tiempo que se hunde a
otros mientras se tiene el único objetivo de convertir en dinero esa ventaja
obtenida. Esa es una competencia mal entendida, perversa y hace daño al ser
humano. El capital no es la punta de la flecha de una sociedad, es un medio
para avanzar, pero con dinero y falta de amor solo se fomenta el malestar y las
ganancias de unos pocos. Todo no es ganancia, la ganancia puede crear cantidad
de detractores y enemigos, sobretodo, cuando las ganancias solo se quedan en
unos pocos bolsillos. Los avances de la sociedad deben repercutir en el mayor
bienestar de toda la sociedad.
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