Hay que
despertar del letargo al que nos han inducido, para preguntarse: ¿qué estoy
haciendo con mi existencia actual? Es evidente que las normas del sistema nos
han llevado a donde estamos, y las consecuencias son casi todas monetarias. Los
objetivos son casi todos monetarios y, por tanto, las preocupaciones diarias
tienen mucho que ver con la capacidad monetaria. Sufrimos por ello, y se ha
hecho imprescindible un cierto grado o nivel económico para vivir. Es cierto
todo esto, pero no es el centro de la vida y no debería ser el eje alrededor
del cuál todo parece girar.
La cultura del
mundo occidental ha olvidado hace años al ser interior de cada uno de nosotros.
Los sistemas educativos no contemplan, para nada, el desarrollo de las
cualidades internas de cada uno de nosotros. El camino hacia la libertad del
ser, o sencillamente, hacia ser quien uno es, parece incompatible con la vida
convertida en una prueba de atletismo de alta competición, que es la carrera
por el dinero y los beneficios industriales, empresariales, etc.
Las personas
formadas solo en datos, culturalmente por llamarle de algún modo, pero
olvidadas de sí mismas no llegan a experimentar la felicidad al completo… no es
posible, cojean de algo, les falta algo, sienten la carencia de ese desarrollo
de las cualidades de su ser interior. Por decirlo de un modo que pueda
entenderse, la cabeza la ha llenado de datos, pero el corazón lo tiene vacío.
Razona demasiado, todo el tiempo piensa cuando quiere y cuando no quiere hacerlo,
pero carece de generosidad y le cuesta obrar altruistamente y con amor. Las
malas formas se imponen y los valores humanos
son relegados al rincón del olvido.
El mundo
actual está gobernado por millonarios deshumanizados en su gran mayoría, solo
tienen en la cabeza las cifras, las acciones, las ventas, los negocios, el
poder y las estrategias para someter a unos y a otros. Son despiadados con el
sufrimiento que generan en millones de personas del Planeta, ellos piensan en
los beneficios y en su poder. Utilizan la humanidad y todas las
infraestructuras creadas para conseguir su fin crematístico.
Si seguimos
así, el barco se hunde, lleva demasiado tiempo haciendo agua, se inunda y hace
tiempo que no navega, solo se mantiene a flote a duras penas. Hay demasiado
malestar entre los pobladores del Planeta, se ha invadido y destruido
continuamente el hábitat de ciertas poblaciones. Las prácticas destructivas, de
explotación y contaminantes han llegado más lejos de lo que debieran, y el
Planeta se resiente, la humanidad está muy enojada. O apostamos por hacer algo
diferente, o acabamos con el “invento”.
Nuestra vida,
en todos los aspectos, está conducida para que sea una proyección hacia el
exterior, pero nosotros el que mira, el que está viviendo, es esa energía
interior que no cuidamos para nada. Ni siquiera nos hemos parado un instante
para mirar hacia nuestro interior y preguntarnos: ¿quiénes somos, qué queremos
hacer o si necesitamos algo? Lo de fuera es una “locura”, generalmente, va muy
rápido y casi siempre tiene poco o nada que ver con nuestro ser interno, con
quienes somos de verdad. Afuera hay demasiadas voces de gente, que igual que
nosotros tienen su ser menguado, por lo que solo tienen mente y piensan
demasiado, y hablan sin cesar… hay mucho ruido, y eso produce dolor de cabeza,
tensiones e insatisfacción. Nuestro ser no necesita nada de lo que vende la
sociedad de consumo, solo necesita un poco de atención.