Si todos somos
energía, la misma energía de vida, ¿por qué nos proferimos insultos, o dejamos
de tratarnos con amor, dulzura y verdadero interés en el otro, cuando todo eso
nos hace daño? El civismo y la educación tienen que pasar, forzosamente, por despertar
a esta amplitud de conciencia del ser humano. No podemos seguir siendo
ignorantes de lo que somos, porque ello nos hace ser peores. Debemos aprender a
compartir todo lo bueno y lo positivo, también debemos aprender las maneras
suaves, hacer un esfuerzo por comprender y saber parar cuando nuestra respuesta
se vaya a apartar de la senda del amor. Hay que saber decir a los demás, con
delicadeza, que solo esperamos de ellos lo mejor, porque estamos seguros de que
lo pueden dar, y ello ayuda a que las relaciones sean armoniosas y hermosas.
Hablar,
sentir, caminar, ayudar, mirar… cualquier acción ha de estar envuelta con papel
de regalo y mucha ilusión, sentimiento y amor. Si ofrecemos este trato y
pedimos ser correspondidos con algo parecido, a todos nos va a ir mucho mejor.
De este modo podremos transformar la sociedad, haciéndola más placida, más
intensa y más apetecible. Nuestra forma de interaccionar con todos los demás
siempre ocasiona un sentir en el otro, bien le producimos alegría, bien tristeza
o, sencillamente, le ponemos hasta arriba de asuntos que ni les va ni les
viene. Sería muy prudente compartir lo bueno, y tener la sabiduría de darle la
vuelta a lo que se considere menos bueno. Seguro que si lo intentamos, podremos
lograrlo.
En esa interacción
con los demás se aloja también nuestra felicidad, es por ello que debemos
procurar crear espacios de tranquilidad, de alegría y de amor. Interaccionemos
abiertos, directos, presentes, sin revueltas y tratando el bienestar de nuestro
interlocutor. Amoldemos el contenido de lo que tengamos que expresar, a una
forma más agradable, menos invasiva, y si no es necesario, no lo compartamos.
Mejor es no perturbar al otro, ¿se gana algo con afearle el día a otra
persona?, ¿es acaso más agradable forcejear, que disfrutar de una encantadora
conversación? Es cuestión de pensarlo e intentar no caer en el desprecio por la
vida del otro y por la nuestra. No nos merecemos vivir angustiados o
disgustados. Podemos hacer el bien, podemos pasarlo mejor y hacer una fiesta de
la vida. Podemos vivir en armonía con todos los seres vivos del Planeta.
Podemos construir cosas hermosas e
importantes. Podemos progresar y hacer mucho bien a la humanidad. Podemos
adquirir mucha más conciencia. Podemos sentirnos humanidad cada uno de nosotros,
pero sobretodo, podemos poner fin a la barbarie y el sufrimiento que algunos
generan a otros, porque es contrario a la vida, a la energía que somos, a la
inteligencia y solo representa destrucción e involución.
Debemos tener
en cuenta que todo cuanto hagamos tiene unas consecuencias o repercusiones
sobre el medio y sobre las demás personas, además de sobre nosotros mismos. El
amor pone todo en su sitio, y los valores humanos armonizan la interacción
entre los seres vivos. Es por ello que tenemos que afinar más en nuestra forma
de actuar, siendo infinitamente más cuidadosos de nuestros actos, porque
cualquier gesto nuestro va acompañado de una cierta energía que,
inevitablemente, interacciona con la de los demás, provocando sentimientos
positivos o negativos en los otros. El clima positivo nos beneficiará más que
uno negativo, ¿no creen?
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