No sé si queda
alguna organización en la que podamos confiar. Ayer supimos de la inculpación
de los dirigentes de Ausbanc y del seudo sindicato Manos Limpias, en casos de
extorsión y chantaje. Presuntamente, ambas corporaciones buscaban la forma de
amenazar o querellarse contra entidades bancarias, gente importante o
representativa y, posteriormente, les ofrecían retirar los cargos si accedían a
desembolsar una buena cantidad de dinero.
Una vez más, y
vamos desde hace años a uno o varios casos de delincuencia por día, las malas
praxis, la pillería, el asalto sin amenazar con armas, se imponen en la vida
social y política de nuestro país. Los ciudadanos no hemos podido recuperarnos
de las consecuencias de la crisis que estamos sufriendo, y nos sacuden
continuamente con casos como estos, los de ayer, los de antes de ayer… los de
mañana, etc. El carrusel de sinvergonzonería es una espiral, de la que parece
no se escapa nadie que haya manejado dinero en este país. Los políticos, los banqueros,
los empresarios, la gente de los sindicatos, no todos evidentemente, están
manchados, tienen las manos manchadas de chapapote, ni siquiera el seudo
sindicato se va a poder seguir llamando Manos Limpias.
¿Qué hace falta
para que la gente se vuelva honrada? La hucha no aguanta a más gente metiendo
la mano, “el cerdito” se está quedando con las tripas vacías. Apenas entran las
monedas, le quitan el candadito y se las llevan. El dinero no puede reposar en
el interior de la hucha, mientras aumenta la deuda adquirida por España con
respecto a Europa. La mente avariciosa de muchos hace que toda la ciudadanía
tenga que pagar no solo dinero propio para sostener todo este desastre
delictivo de algunos, sino que recibamos unos servicios públicos de peor
calidad. Cuando unos nos roban, todos lo padecemos, aunque Hacienda no seamos
todos, según pronunció la abogada del Estado en el juicio del caso No’os.
Toda la
ciudadanía española se queja, pidiendo que alguien ponga fin a este “anarquismo
gubernamental”, todos solemos decir que alguien remedie esto o aquello, pero no
dejamos de ser unos ilusos cuando nos manifestamos en ese sentido, pues son,
precisamente, ellos los que tendrían que impedir esas licencias para robar. Son
ellos los que tendrían que legislar con todo el rigor, para que no nos
sorprendieran con ningún caso de saqueo y corrupción, pero si se lo están
llevando “by the face”, a coste cero en muchas de las ocasiones, ¿van a
legislar en su contra? ¡ja, ja, ja!
Muchos
justifican el panorama delictivo actual, diciendo que va en la naturaleza de
las personas y, por lo tanto, no tiene arreglo. Yo digo: que se hace necesario
un cambio de mentalidad y, sobretodo, de conciencia. Hay que practicar para
adquirir mayor conciencia de todo, de la vida en sí, de las personas, y hasta
de la humanidad. No hay que parar hasta conseguirlo porque el conjunto de
personas de una sociedad pueden llegar a cooperar y alcanzar objetivos
maravillosos. La mente limpia no es una panacea, puede lograrse, podemos
instalarnos ahí y, desde ese lugar, podemos actuar con respeto, con pulcritud.
El cambio es posible, pero hay que educar para ahondar en cada uno de nosotros,
descubrirnos y dejar que emerjan otras cualidades y otros valores.
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