Querido Antonio, no son las 5,30h
pero sí son las 5,45h, ya ves hoy me retrasé unos minutos, y eso que estaba
ansioso por escribir acerca de nuestro reencuentro. Antonio es un amigo de la
infancia y del comienzo de nuestra juventud, pero un amigo de los de a diario,
un amigo de verdad, pero en esa hora en la que cada uno se va emparejando las
circunstancias nos hizo tomar a cada uno un camino y nos dejamos de ver, salvo
cuando yo transitaba nuestra antigua calle, en la que habíamos vivido de
solteros, y como sus padres aún vivían entonces en ella, coincidíamos, nos saludábamos
y cruzábamos algunas palabras. Esto fue así durante muchos años, cada uno en
sus tareas, con su familia y sus nuevos círculos de amigos; la vida nos condujo
a cada uno de nosotros por sendas distantes, aunque cuando ayer retomamos los
años perdidos, pudimos comprobar que en muchos aspectos guardaban un cierto
paralelismo, habíamos estado más cerca el uno del otro de lo que nos podíamos
imaginar.
Mi amigo Antonio y yo fuimos al
mismo colegio, Sagrado Corazón, recuerdo una foto de entonces, de esa que nos
tomaban a todos los alumnos de un curso subidos en la escalera principal de
entrada al centro, con nuestros uniformes, y allí estábamos los dos. Fuimos
creciendo, jugando en la calle, montando en bicicleta, a mí me tiraban más los
partidos de futbol, sin embargo, a mi amigo le gustaba más el baloncesto en
aquella época de comienzo de nuestra juventud; pero la gran pasión que despertó
en mi amigo Antonio fue la musical… me atrevería a decir que debe ser una de
las personas que, actualmente, debe saber más de música. Se pasó gran parte de
su juventud leyendo acerca de los grupos de la época, muchos de ellos aún no se
escuchaban por estas tierras, pero Antonio se hizo socio de una revista que le
servía música importada cuando aquí apenas podías adquirir algo que escapara a
la música nacional. Jamás olvidaré, tal como rememoramos ayer en nuestro
encuentro, las sobremesas en su cuarto de música presidido por su
extraordinario equipo, el Jonny Walker special, etiqueta negra, y los pitillos
de marra; todo ello aderezado por los Smash, Triana, etc…. ¡Tremendo! Después
de todo eso me iba al curro… ¡figurense!, pero daba el callo de lo lindo.
Cuando iniciamos el bachillerato
comenzamos a dispersarnos, él se fue a estudiar al Miguel de Mañara y yo al Martínez
Montañez. Posteriormente yo decidí dejar de estudiar y mi amigo se encamino por
el mundo de la enfermería y ahí lo tienen un profesional en lo suyo como la
copa de un pino. Un tipo que se desvive por salvarle la vida a la gente que no
conoce de nada, pero su vocación está siempre presente. Años de UCI en
traumatología… duro no… durísimo, de lo peor, entiendan qué es lo que entra por
las puertas de una UCI de traumatología, solo piensen en ello y se darán
cuenta. Actualmente, trabaja en otro departamento no menos delicado, en una
unidad de radiología e intervención cardiovascular, él siempre está donde la
vida del paciente pende de un hilo, ya os digo, mi amigo acepta retos, pero no
cualquier reto, ¡estoy muy orgulloso de tener un amigo así!
Cada uno nos casamos, tuvimos
nuestros hijos, y como os dije antes solo nos veíamos casualmente cuando él iba
a ver a sus padres y transitaba nuestra calle de la infancia. Han pasado muchos
años y creo que somos todavía mejores personas, como pude apreciar ayer en
nuestro encuentro. La vida se encaprichó en hacernos recorrer caminos distintos
y, ahora, por circunstancias que no vienen al caso en este homenaje-recuerdo de
este amigo especial, nos acerca de nuevo, algo que he deseado en múltiples
ocasiones en las que planeaba poder reunirnos los amigos de la infancia, los
más asiduos, y entre ellos no puedo olvidarme de nuestro amigo José Antonio
Valencia o nuestro amigo Eliseo Ojeda. No os olvido a ninguno.
Ayer, por fin, tras haberlo
intentado en varias ocasiones abortadas por los turnos de trabajo de mi amigo
Antonio, pudimos conversar distendidamente, pasear, tomar una cerveza juntos, darnos
unos abrazos y ponernos un poco al día de lo que habían sido estos años en los
que cada uno hacía su camino. Ayer fue un día maravilloso por el que te estoy
agradecido Antonio, y espero que repitamos con más frecuencia.
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