La sociedad que todos quisiéramos
es imposible, ¿saben por qué?, pues porque cada uno tiene un modelo ideal de
sociedad; esto es así, ¿no es cierto? Si comenzamos con esta premisa posible,
pero que se acerca bastante a la realidad, todo pinta como muy difuso. Nunca
nos pondremos de acuerdo, puesto que lo que vale a unos no vale a otros, y si
lo que creyendo es bueno para muchos se impone, es una falta de respeto a la
libertad del resto. Ahí hay materia para hablar hasta cansarnos, la libertad
más amplia se acerca a lo que conocemos como anarquismo; una sociedad sin
órgano que mande o dicte normas ni órdenes. Es el libre albedrio incipiente
entre la gente que compone una población, y ese libre caminar hacia lo que a
cada cual se le antoje, queda fantástico como pensamiento, pero donde no hay
orden impera el caos.
No estamos lo suficientemente avanzados
en crecimiento interior como para mantener una relación educada, respetuosa y
plena de otras muchas cualidades como para poder prescindir de normas y leyes. Algunos,
es posible que no las necesiten, pero al resto les hace falta si no queremos
que nos matemos en la lucha de poder, al estilo jerárquico de las bestias
salvajes. En todas las manadas hay lucha por la supremacía. Los más fuertes
tratan de imponerse a los demás, desean cubrir a más hembras y defienden un
trozo de terreno para que no puedan ser incordiados por intrusos. Esto mismo le
sucedería a la raza humana sin obligaciones que cumplir y en absoluta libertad,
porque la verdadera libertad es interna y mental si se quiere, aunque la
conducta se adecue a unas pautas sociales. Solo los seres superiores
espiritualmente, con una conciencia más desarrollada o más amplia, son capaces
de vivir en armonía con la naturaleza, los animales, las plantas y con el resto
de los de su especie.
El tema de la libertad es muy
peliagudo, claro que a todos nos gusta la libertad, pero muchos solo entienden
por libertad hacer lo que se desee en cada momento; pero para ser libre antes
se ha de ser responsable y consciente. Solo así se tendrán en cuenta las
repercusiones de los actos propios. Cada acción produce un cambio de energía
que afecta a los demás, ¿dónde empieza la libertad de uno, y dónde termina la
libertad del otro? Si interceden las libertades se puede producir tensión,
conflicto entre ambos actores. Algunos anteponen la libertad a todos los demás
comportamientos o derechos, y es muy bonito poder soñar así, pero se me antoja
la libertad utópica sin haber crecido lo suficiente como individuo. En esta
sociedad casi nadie ha crecido lo suficiente porque nunca se ha contemplado un
modelo social y educativo dirigido en esa dirección. Aquí tan solo se llegó a
entender que con ir el domingo a misa ya valía. La espiritualidad del ser se
reservó a una oratoria repetitiva y leída del sacerdote cada domingo, ser
bautizado, hacer la primera comunión y olvidarse del asunto hasta que llegara
el día de casarse… ¡no nos hemos enterado de nada!
Crecer es estar atentos continuamente,
observar nuestros pensamientos y nuestros actos. Crecer es confiar en las
capacidades del ser humano y trabajar para que estas se desarrollen. Crecer es
vivirnos mucho más interiormente. Crecer es aprender a pensar en positivo y
aprender a controlar nuestros actos para evitar hace daño a los demás. Crecer
es hacer adelgazar el egoísmo personal. Crecer son muchas más cosas, pero lo
que interesa no es empezar la casa por el tejado aunque queramos ser libres,
sino comenzar a observar y aprender, modificar comportamientos de la
programación recibida y ser cada día mejores personas. Esto se consigue día a
día con la observación y la perseverancia, trabajando para conocerse mejor,
estando más tiempo con uno mismo y desarrollando el amor hacia uno mismo y
hacia los demás.
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