Estamos casi en Navidad, es
Navidad en los comercios, es Navidad para irse de comida con los compañeros del
trabajo, con los amigos y familiares, ¿qué sucede con los pobres y marginados
del mundo?, ¿dónde queda el sentir profundo, la venida de Jesús es solo para
los que festejan entre copas y compras? No soy creyente, no se confundan, lo he
nombrado así porque creo que los creyentes deberían estar pensando más en los
pobres del mundo y menos en los grandes almacenes y centros comerciales.
Estamos en Navidad y algunos millones de personas del mundo pasarán estos días
huyendo del peligro de muerte en sus países. Algunos seguirán como cualquier
otro día esquivando la metralla de las bombas, con el corazón encogido por el
miedo a las balas y las explosiones. Algunos están a punto de morir de hambre
mientras que en nuestras mesas va a sobrar de todo: carnes, hojaldres, quesos,
mariscos, pescados, dulces, bebidas, etc. También la Navidad es una fiesta
exclusiva de los pudientes, de las sociedades que tienen tiempo y dinero para
dedicarlos al ocio y a pasarlo bien, mientras otros solo tienen una preocupación
grave: salvar sus vidas. Esta desigualdad no es capaz de corregirla ni las
religiones del mundo, ni los Estados del mundo, ni las organizaciones
internacionales, nadie parece saber qué hacer ni cómo hacerlo.
Tenemos un mundo habitado por hipócritas
en cargos de poder, que solo se dedican a ganar dinero aprovechándose de su
situación privilegiada dentro de la sociedad, lo que le proporciona un tráfico
de influencias tremendo y un falso reconocimiento, que facilita mucho las cosas
a la hora de cerrar tratos oscuros y mafiosos. Por eso no se puede solventar
esa situación de desigualdad y abuso sobre ciertas poblaciones desfavorecidas.
No hay gente válida ni integra ni honesta, tampoco justa, en puestos de poder;
por eso, esa gente no sirve a los intereses de la gente corriente, de la
ciudadanía mundial. No son capaces, no está en sus agendas, acabar con los
conflictos mundiales ni con el injusto reparto de la riqueza existente. Para
algunos la vida de sus semejantes no vale un pimiento, prefieren vender mucho
armamento y ganar miles de millones de dólares. Digan ahora Feliz Navidad, ¿qué
sentido tiene decirlo?
Muchas familias dicen no sentirse
bien en estas fiestas porque faltan algunos de los suyos en la mesa. No solo
faltan los que echáis de menos en vuestras mesas, cada año nos faltan más
personas, a la humanidad le son arrancadas millones de vidas por causas
injustas, por dejadez de los que solo miran por sus propios intereses y por
hacer mucho dinero en su beneficio. O debemos ser todos un poco más pobres, o
ser todos un poco más ricos, como quieran, pero que no se nos quede nadie
detrás. Ese sería el triunfo de la humanidad, esa sería la manifestación de la
inteligencia humana y no haber creado y alimentado un mundo desigual. Si hace
unos días nos enteramos, creo que era en Libia, se vendían esclavos en pleno
siglo XXI. Todavía se engañan a muchachas para traerlas a otras partes del
mundo y hacerlas esclavas del sexo. De cuando en cuando, descubren que un mando
de los cuerpos de seguridad está implicado en una red de narcotraficantes y,
constantemente, sabemos de políticos que traicionan a sus ciudadanos y
ciudadanas, robándoles y legislando en su contra. Con todo este tumulto o mundo
revuelto, cuesta decir Feliz Navidad, casi no tiene sentido hasta que la alegría
y el amor verdadero no llegue a todos los rincones del Planeta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario