Hoy, que falta solo un día para
dar la vuelta al calendario y comenzar a ver la primera página del 2018,
estarán muchas familias comprando o descongelando los productos para su comida
de fin de año. Hoy los fogones y los hornos van a utilizar una buena cantidad
de electricidad para cocinar los ricos manjares que se compartirán en las mesas
con amigos y familiares. De nuevo, como me sucede siempre que me enfoco en lo
bien que les puede ir a algunos, llega a mi mente lo mal que lo pueden estar
pasando otros y les tengo presentes. Habrá cantidad de personas o familias, que
sumidos en la más absoluta pobreza no tengan casi nada que festejar, porque
tampoco tienen nada especial que llevarse a la boca; incluso, muchos de ellos
solo comerán lo que tiran caducado en algún centro comercial o supermercado.
Otros previamente habrán rebuscado en contenedores de basura algunos restos
tirados por otras personas y que ellos aprovecharán para poder comer algo. Esto
es triste, pero sucede todavía en España como en muchos otros países del
Planeta. No digamos en las zonas más deprimidas de la Tierra, como parte de
Sudamérica o del continente africano.
Hoy nos preparamos para vivir
mañana como un día especial y festivo, con la alegría de haber tenido un año
más de vida y pidiendo que el próximo nos permita estar al menos como estamos,
si no mejor. Yo voy a pedir también por todas esas personas a las que he
tratado de mencionar, sin saber sus nombres ni apellidos, pero que todos
sabemos existen en la Tierra y lo están pasando mal, muy mal, incluso las hay
al borde de la muerte por inanición. Ellos también, como seres humanos que son,
se merecen vivir dignamente, lo que significa: poder comer cada día, beber agua
potable, tener un servicio de sanidad cualificado y dotado de lo básico y
necesario para paliar enfermedades que aquí se curan pero que allí en donde
viven, les matan por falta de atención médica y por no disponer de medicamentos
apropiados. Ellos padecen enfermedades erradicadas en el mundo moderno, pero
ningún laboratorio, ningún gobierno ni ninguna organización apuesta por sus
vidas y les dejan que las pierdan sin importarles lo más mínimo.
Mañana será el último día del
2017, pero eso no significa que los países que se encuentran en conflicto de
intereses con otras partes del mundo, y se vean obligados a someterse por la
acción de la fuerza, la violencia y las medidas bélicas inhumanas, vayan a
dejar de sufrir las repercusiones de los asedios, las bombas y las balas. Esas
poblaciones van a pasar a la primera página del 2018 tal como dejaron atrás el
2017, envueltos en miedo, terror y muerte. De esto no queremos oír, no queremos
saber nada, a este realismo le llamamos pesimismo y tratamos de apartarlo de
nuestros ojos y de nuestros oídos. Nosotros solo pensamos en pasarlo bien, en
disfrutar de la familia y de los amigos, en hacer una comida con éxito y pasar
un día maravilloso. Todo es extraordinario, no hay nada de malo en ello y así
será, pero por las desigualdades mundiales habrá mucho dolor al otro lado de
nuestras mesas y eso no se puede borrar de un plumazo, ni va a dejar de existir
porque no queramos saber nada al respecto. Existen esas desigualdades, a pesar
de que casi todos los gobiernos se lleven gran parte del año hablando de las
desigualdades en sus países, entre su población. ¿Saben por qué siguen
existiendo?, porque, realmente, los gobiernos hablan mucho y hacen poco, dicen
lo que saben que gusta escuchar a la gente, pero a la hora de la verdad no
legislan en serio para atajar los verdaderos problemas que afecta a la
ciudadanía. ¡Brindemos por un 2018 que se rebele contra la maldad de muchos
gobernantes!, ¡brindemos por un reparto más justo de las riquezas del mundo,
para que nadie tenga que morir de hambre, de sed o en guerras de conveniencia!,
¡brindemos por una humanidad que llegue a ser feliz!
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