Joan Tardá ha puesto el dedo en
la llaga: el cincuenta por ciento independentista no puede imponer sus
principios al cincuenta por ciento autonomista-españolista, pero del mismo
modo, el cincuenta por ciento autonomista-españolita no puede, ni podrá imponer
su ideología al cincuenta por ciento independentista. Es un precepto
fundamental de respeto, al que muchos se opondrán argumentando que son los
autonomistas-españolistas los que están defendiendo una posición que se
corresponde con la ley en vigor. Estoy seguro que tratarán de llevar razón
siguiendo esta senda, pero la ley puede ser vieja, injusta, seleccionada con
ciertos intereses, que vaya usted a saber…
Ha sido un denominador común en
España, supongo que también en otros muchos países del mundo, que una sesgada
interpretación de lo que debe ser una democracia, haya propiciado que ciertas
capas sociales se encuentren con todo el derecho de pisotear los derechos de
otra parte de la población. Sin embargo, la base lógica y humana es la del
respeto mutuo, todos se deben respetar recíprocamente, hay que buscar
soluciones que satisfagan a todos, sé que es casi un imposible, pero si se trata
de encontrar puntos de encuentro, seguro que se podrán hallar. Con ley
electoral injusta, pero a la que juegan todos y no la cambian por intereses de
los partidos más grandes, la mayoría parlamentaria en Cataluña es
independentista. Ellos han sido votados con un programa para conseguir la
independencia de Cataluña y un régimen gubernamental en forma de república.
Nadie les impidió presentarse a las elecciones, quizás, entendiendo que nunca
iban a alcanzar mayor número de diputados… pero sucedió. Ahora, como mínimo,
tendrán que ser escuchados y respetados, a pesar de ello, como ha dicho Joan
Tardá, no se trata de imponer nada a los otros; por tanto, tampoco de que les
impongan a ellos los principios de aquellos, si se les pueden llamar así. Algo
no va bien en España, el gobierno central trata de seguir el régimen anterior…
o sometimiento, o castigo.
Ambas partes deben pronunciarse libremente
si aceptarían los resultados de un referéndum en el que pudiera votar toda la
ciudadanía catalana. Una vez, ambas partes se comprometan aceptar y vivir como
se derive de lo que decida la población, se podrá celebrar el referéndum. Que
todos voten, que todos piensen muy bien lo que quieren hacer en el futuro, cómo
quieren vivir, etc. No obstante, es complicado, sea el resultado el que fuere,
que casi una mitad de la población se tenga que someter a lo que decida casi la
otra mitad. Nunca se estará respetando sus convencimientos y sus deseos. Para
satisfacer a todos tendría que existir una forma de organizar la sociedad
catalana para que los que se sientan como republicanos e independientes se
pudieran distanciar del Estado español, y los demás pudieran seguir vinculados
a España. ¿Cómo se hace esto?, es muy complicado, ¿las escuelas, los
hospitales, los centros de salud, etc., de quiénes son?, ¿se reparte la mitad
para cada “bando”? Yo sin ser catalán, pienso que si España fuera un país
serio, moderno, con aspiraciones altas en todos los sectores, con gran respeto
hacia la ciudadanía, y cuando digo con gran respeto, quiero decir: que no es
engañada ni saqueada y todos los recursos se emplean para conseguir el mayor
bienestar y progreso; en ese caso, Cataluña no encontraría ventaja en quererse
independizar. El país debe ilusionar a la gente y eso no sucede desde hace años
en este país. Creo que esto es el origen de todo el problema, falta el sentido
común y la defensa de lo público, no se defiende a la clase obrera, se le
manipula, se le oprime, se le explota y se le castiga… así no hay alegría de
ser español.
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