Una vez más, refiriéndonos al
mercado del coche eléctrico, podemos comprobar que los intereses políticos van
por un lado y los intereses de la humanidad van por otro. En estos momentos,
los constructores de coches como ya pasó en EEUU en los años cincuenta y
principios de los sesenta, comienzan a oponerse a la expansión en ventas de los
vehículos eléctricos. Hacen esfuerzos para presionar a los gobiernos de que no
es buena idea dirigir la producción de vehículos hacia los de tracción mediante
motores eléctricos. Estos vehículos tienen miles de piezas menos en movimiento,
lo que afectaría a toda la industria auxiliar, no tienen revisiones, cambios de
aceite y filtros, tienen muchas menos posibilidades de sufrir averías, todo
ello beneficia al usuario de un coche eléctrico, pero los concesionarios con
sus redes de talleres, así como muchos actuales fabricantes de recambios, se
verán afectados, lo que supondrá menos producción, despidos y posibles cierres de empresas. Es ahí donde comienzan a
chantajear a los gobiernos, y es cuando me pregunto: ¿están por arreglar el
problema del medio ambiente, o vuelven a imponerse los problemas particulares
de cierto sector comercial e industrial?
Llevamos años inmersos en
políticas publicitarias a favor del coche diesel, abarataron el combustible
diesel comparado con la gasolina, hicieron promociones de venta para acercar el
coche diesel a los particulares, puesto que eran vehículos más ruidosos y
toscos que los gasolina, pero vendieron su robustez, su menor mantenimiento, su
larga duración, su mayor eficiencia y ahora se lo quieren cargar por ser más
contaminantes, según nos dicen. Los fabricantes tienen invertido mucho en la
fabricación de los vehículos diesel y se niegan a dejar de fabricar estos
coches que los gobiernos quieren eliminar de nuestras calles y carreteras. Pero
también son reacios a la fabricación masiva de coches eléctricos porque prevén menores
beneficios, así que ponen todo tipo de trabas a su construcción y
comercialización. A lo primero que se agarran es a la argumentación de la poca
autonomía que tiene un coche de estas características. La gran mayoría de la
gente tiene el coche parado en la puerta de su casa, cogiéndolo solo en
momentos puntuales del día para hacer algún recado y volver a casa. Con ese
uso, o ir y volver de sus trabajos, nadie tendrá problema con la autonomía de
un coche eléctrico. Además, esto sucede, me refiero a la baja autonomía porque
no le ponen otras baterías de mayor autonomía, que también existen. Los coches
de la marca Tesla, con rendimientos de coches deportivos, o sea, consumiendo
mucha más energía, tienen autonomía para cuatrocientos o quinientos kilómetros;
con esas baterías cualquier automóvil utilitario tendría autonomía que, tal
vez, no requiriera cargar las baterías más que una vez a la semana. Por otro
lado, cada noche puedes tener el coche en carga para que esté preparado para
trabajar al día siguiente.
La sociedad no progresa al ritmo
que podría hacerlo, porque parte de la sociedad es mala para la propia
sociedad, pone palos en la rueda mirando por sus propios intereses, en lugar de
tener en cuenta los intereses de la colectividad, en este caso que tocamos, del
medio ambiente, tratando de no emitir gases nocivos para las personas y para el
Planeta. Llegados a este punto, la OMS (Organización Mundial de la Salud)
tendría algo que decir pero delega sus responsabilidades en pos de lo que diga
y haga la industria automovilística, igual que sucede con la industria farmacéutica
o la alimentaria, a cuyos pies está postrada. No somos capaces de elegir lo que
es saludable o no para el conjunto de la población mundial, sino que volvemos a
estar a merced de lo que venga bien a los fabricantes de un sector, en este
caso el automovilístico, como estamos a lo que quiera el sector de la
alimentación vendiendo venenos mezclado con los alimentos, el sector de los
herbicidas y pesticidas, el sector del tabaco y bebidas alcohólicas… los
gobiernos siempre adormeciéndose en sus brazos y tragando por todo lo que estas
industrias quieren imponer al resto de la sociedad.
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