Una entrevista
concedida por Juan Marín, de Ciudadanos, Vicepresidente actual en el tripartido
de derecha de la Junta de Andalucía, al diario El Mundo, dio como titular el
siguiente: "Altos cargos y
consejeros cobran poco. Y, si quieres a los mejores, o les pagas bien o no
vienen".
En dicha
entrevista, Juan Marín decía que ganaba poco, 3.743 € al mes en concepto de
salario y 1.100 € para alquiler de vivienda por ser de Granada. No obstante,
dice que con esos 1.100 € no le llega, o sea, que tiene que poner de su
bolsillo 500 ó 600 euros… ¿no sabe cuánto paga de alquiler?, o son 500, o son
600 euros, al menos que nada de eso se ajuste a la realidad. No habla nada de
las prebendas habituales de cualquier político, tampoco nombra las dietas por
asistencia a sesiones, comisiones, etc. No dice nada de los ingresos por ser el
jefe de filas de Ciudadanos en Andalucía. Es de extrañar que el Vicepresidente
de la Junta de Andalucía, tal como se lo expone a El Mundo, gane menos que un
diputado cualquiera del Parlamento andaluz, con todas las mamandurrias
incorporadas. Sabemos que a la gente le cuesta sincerarse y decir toda la
verdad, creo que Juan Marín no ha sido una excepción y, por tanto, no ha dicho
toda la verdad, ha ido de pobrecito, de mal pagado, ¡jolín!... le tiene que
poner dinero encima para poder vivir en Sevilla… ¡qué mal lo ha de estar
pasando!
El titular
resumen de la entrevista recogía, según él, que no se podían tener a los
mejores en política, o alrededor de ella, con esos salarios tan pobres. Decía
que cualquiera de los buenos a fichar ganaba en la privada entre seis y nueve
mil euros mensuales, por tanto, insisto, según él, nunca aceptarían venir a la
política a ganar menos. Ese es el concepto de fondo de esta gente… ganar
dinero, lo de gobernar para ayudar a la gente a vivir mejor y hacer progresar a
una región o a un país… eso es otra cosa ajena al cargo que se va a cubrir y a
los dinero que se pretendan ganar… el negocio es el negocio, primero el trinque
y después lo que venga: la foto, las frases bien sonantes pero que se
incumplen, las comidas, la diferencia de clase con respecto a la masa trabajadora,
los coches oficiales, las comisiones por la adjudicaciones o la cobranza en
especie para el futuro, tal vez, con algún carguillo en algún consejo de
administración de alguna importante empresa.
Con lo vertido
por el Vicepresidente de la Junta de Andalucía, observamos que ni siquiera la
clase política, la casta como se les llamaba peyorativamente no hace demasiado
tiempo, tiene en consideración ni da oportunidad de desarrollo a los jóvenes
con grandes expedientes académicos, porque ellos, los políticos, también son
clasistas y selectivos, prefieren como en la privada la gente con experiencia.
Sigo preguntándome: cuándo van a despegar todos esos jóvenes bien preparados si
siempre se les pone alguna traba para trabajar.
Ahora, una vez
resumido el contenido de la entrevista, en su aspecto más crematístico, lanzaré
la visión ciudadana del asunto que yo poseo. Lo he dicho en otras ocasiones, la
clase política es como una mafia, o una banda, por utilizar el término que
tanto esgrimió Rivera en la sesión de investidura de Sánchez, bien pagada con
respecto al resto de la ciudadanía, con derechos y privilegios únicos y
amparados por las leyes que ellos se hacen a medida: aforados, nombran los
jueces que les tendrían que juzgar a ellos, hacen las leyes a medida, dejan las
grietas que les convienen, por si acaso tienen un recurso para eludir la acción
de la justicia, como es la prescripción de delitos, se ponen sus propios
sueldos… deben ser los únicos trabajadores que le imponen a la empresa sus salarios,
sus vacaciones, cuando van a trabajar, en qué horarios, qué deben hacer todos
los que les pagan, cómo lo tienen que hacer, cuándo lo tienen que hacer, etc.
Lo que hemos
visto hasta ahora, es que todos los gobiernos que hemos tenido nos han robado
de un modo o de otro. Al final de la legislatura si no se han visto inmersos en
varios casos de defalco de dinero público, es un milagro. Falta honestidad en
la casta política y esa forma de ser no se soluciona cobrando más, sino
teniendo mayor conciencia de la ciudadanía y respetándola más. La vocación de servicio
público brilla por su ausencia, vienen a la política a llevarse el cacho mayor
con el que puedan cargar sin ser vistos. La política debiera ser un
voluntariado, no remunerado, en el que los políticos tuvieran sus profesiones a
las que dedicaran su jornada laboral, y por gusto, un par de horas al día a
buscar soluciones y consensuar con otros a los que también les preocupen los
temas que nos afectan, que para poner en marcha los asuntos ya pagamos a un
cuerpo de funcionarios.
Mientras
existan las competiciones de las elecciones, la lucha entre partidos, los que
pretendan hacer campañas más rimbombantes que su adversarios, aunque sean
financiadas ilegalmente y el poder lo tenga la casta política, no dejará de
haber saqueo de lo público, venta de lo público, corrupción por todos los lados
y malas políticas contrarias a los intereses de la ciudadanía: paralización de
las pensiones, recortes de los salarios, recortes en todas las áreas de los
servicios públicos, mayor desempleo, peores condiciones laborales, mayor
chantaje por parte de la clase empresarial y bancaria a los gobiernos, etc. Si
los políticos no se alinean con la ciudadanía y siguen siendo los felpudos de
los empresarios y banqueros, defenderán posiciones que beneficien a estos y nos
perjudiquen a nosotros. No se trata de entrar en guerra contra nadie, pues en
las luchas se pierde mucha energía, a veces innecesaria. Hay que hacer
políticas justas que conduzcan a un mejor reparto de recursos de todo tipo y
que alcancen a toda la población, en lo que podríamos llamar una distribución
justa de la riqueza que compense adecuadamente los esfuerzos realizados.
Los políticos
se han encumbrado mundialmente, se han hecho con un poder que le corresponde a la
gente, cuándo la sociedad y los medios han dado más relevancia a un operario de
la construcción que al propio Florentino Pérez, que es su jefe. Sin embargo, en
la escena pública se ha encumbrado a la casta política, se le ha endiosado con
respecto al papel de todos nosotros y nosotras, que somos sus jefes, quienes
les pagamos, quienes sostenemos todo el chiringuito del que esa casta se vale
para hacer sus negocios y enriquecerse sin importarles los resultados de su
gestión o la pobreza que puedan causar sus malas políticas.
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