Todos tratamos
de ejercer poder en cuanto tenemos oportunidad. Todos hacemos cuanto podemos
para que la situación sea la más propicia para nosotros. Es ahí donde debemos
parar y comprobar si llevar la situación a donde deseamos va a provocar
conflicto o daño a alguien, o bien, es aceptada de buen grado por los demás.
¿Qué es el poder?, será la capacidad de poder hacer lo que se desea, o imponer
a otros las reglas que a nosotros nos interesan. Pero, repito, ¿es lo mejor que
se puede hacer?, ¿es lo que menos daño hará a todos?, ¿los demás quieren
hacerlo o se sienten presionados a hacerlo?
El poder
aplicado a uno mismo, como capacidad de hacer cosas, está muy bien, pero cuando
es para que otros hagan lo que más nos convenga a nosotros, se convierte en
autoridad, es una obligación y, a veces, una contrariedad para el otro. Cada
uno debiera hacer lo que quisiera hacer o deba hacer, esa persona sabrá si le
merece la pena esforzarse por conseguir algo, pero que sepa que también se ha
de ser responsable de las consecuencias de sus actos; este es un buen principio
en una sociedad de gente responsable. Debemos sentirnos libres dentro de un
orden, porque no estamos lo suficientemente desarrollados para constituir una
sociedad anarquista, donde cada uno vaya por libre sin leyes que les obligue.
Todavía el nivel de responsabilidad y respeto es deficiente para ello, podríamos
decir que no estamos a la altura, aún es muy común que tu vecino ponga la música
a todo trapo, o que los niños de la familia que vive arriba jueguen, den
saltos, arrojen contra el suelo objetos, y nos llevemos todo el día escuchando
molestos ruidos procedente de la diversión sin freno de los niños del vecino de
arriba. Algunos taconean como si vivieran solos en el piso, o celebran fiestas
constantemente hasta altas horas de la noche. Es imposible que podamos vivir
sin que haya un poder presente, un cierto temor a ser llamados la atención o
sancionados, porque hay una gran cantidad de individuos en la sociedad que no
están lo suficientemente educados para convivir con otras personas.
Las leyes ejercen
un poder sobre la ciudadanía, apoyadas en la judicatura, pero lamentablemente
no es justa e igual para todos, ni tan siquiera para los mismos jueces y
fiscales, pues ante la ambigüedad de ciertas leyes mal redactadas o expresadas
de un modo un tanto complejo, no aciertan a dar la misma interpretación;
resultando de ello, que ante los mismos delitos se imponen sanciones o condenas
diferentes, dependiendo del juez que presida el juicio. A veces, como sabemos,
el poder compra a los jueces y fiscales para poder librarse de las condenas que
les corresponderían a sus acciones abusivas y delictivas, se llama poder para
sobornar, chantajear o poder de prevaricar, este último por parte de los
magistrados que sentencian inadecuadamente teniendo conocimiento de que lo
hacen mal.
El poder es
una fuerza ejercida y limitante de los movimientos y la libertad del otro,
también se puede llegar a entender así. Quienes tienen el poder, dictan las
normas y obligan a los demás a seguir la senda que han marcado. El poder es
dueño o se hace dueño de la situación en cada momento. El poder es dinero y el
dinero se impone en esta puñetera sociedad sobre todas las cosas. Nos han
creado la necesidad del dinero, sin dinero no se come, no se viste, no se puede
hacer casi nada o consumir algo. El dinero está presente a cada paso que damos,
hay un engranaje publicitario y de marketing creándonos necesidades, ejerciendo
poder sobre nuestras mentes, condicionándonos para que consumamos y movamos el
dinero; ejerciendo un poder que nos sume en el círculo vicioso de gastar para
consumir y tener que trabajar para ganar más dinero y volver a consumir. Todo
es dinero para vivir y adquirir lo material, en este aspecto el dinero ejerce
su poder sobre nosotros. Es entonces cuando entra en juego el empresario como
poseedor de los puestos de trabajo. Nosotros necesitamos trabajar y pedimos
trabajo al empresario que se ve amparado y reforzado, por la acción y gracia de
los que han dirigido hasta el momento este país, para negociar las condiciones
del mismo, pues hay detrás un desempleo estructural permitido a conciencia por
los legisladores para facilitar el empobrecimiento de la gente del pueblo. Eso
significa poder sobre la gente, un poder compartido entre políticos y
empresarios para conseguir el mismo fin: condiciones laborales precarias.
Somos muchos y
cada uno en un nivel de educación, conocimientos, experiencias, etc., es difícil
imaginar una sociedad sin la acción de un cierto poder para mantenernos en
orden. El poder, en esas circunstancias, no es contraproducente sino todo lo
contrario, y lo tendrá que seguir siendo mientras no seamos capaces de adquirir
el nivel mínimo necesario que nos proporcione amor por nuestros semejantes. Si
es innecesario y una explotación por parte de algunos, el poder que tiene unas
intenciones de servirse del esfuerzo de los demás para sacar un partido por el
que no se ha luchado; o sea, que debemos sudar para ganar dinero, pero no para
que algunos se aprovechen de nuestro sudor.
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