Esta mañana en un descanso del trabajo comenzamos a hablar de mi condición de vegetariano, entonces me preguntaron por qué había decidido comer de esa forma. Le contesté que era por conciencia hacia la vida, por respeto hacia los seres vivos, que en mi vida, por varias razones ya había comido durante bastante tiempo, bien como vegetariano, bien como vegano. Fue entonces cuando les referí que cuando tenía treinta y dos años comencé a practicar yoga, y que se creó un grupo de crecimiento interior, que simultaneaba ciertos trabajos con la práctica del yoga, y viví algunas experiencias que me hicieron desmontar creencias antiguas, soltar bastones y basarme solo en aquello que había vivido de un modo totalmente consciente. El guía, o persona que nos llevaba y enseñaba, o nos exponía a las situaciones que teníamos que afrontar para agudizar ciertos sentidos, aplicaba diversas enseñanzas: sufís, derviches, chamanismo, cuarto camino, etc.
Danzábamos, andábamos descalzos, abrazábamos árboles, meditábamos a los pies de los mismos, nos bañábamos con agua fría, danzábamos bajo la lluvia, bajo las estrellas, sobre el fango, alrededor del fuego, nos hermanábamos con todos los elementos: Tierra, fuego, agua y aire. Corríamos por la sierra y danzábamos con los ojos vendados, seguíamos las enseñanzas de Don Juan, de Carlos Castaneda, y todo ese mágico mundo. Y con todo el trabajo la gente se abría, y las experiencias maravillosas llegaban para hacernos conscientes de que el camino socialmente elegido es pobre, muy pobre, respecto a lo que somos capaces de experimentar como seres humanos.
A penas ahondé esta mañana, pues no era el momento y, tal vez, tampoco el lugar apropiado para ello, pero como hago siempre cuando conecto con ese otro plano de mí, que me lleva hacia adentro, algo compartí por si puede hacer que algo de lo dicho pudiera resonar en alguien que estuviera escuchando y estuviera receptivo, o necesitara oír algo al respecto. Es mi granito de arena. es como decirle a cada uno de ellos, que no se conformen, que miren hacia adentro, que todos somos seres maravillosos con una capacidad y unas cualidades humanas, que muchos no se pararon a ver y sentir. Podemos, por error o inconsciencia, hacer mucho mal, pero tenemos todo para hacer mucho bien, infinito bien, si somos capaces de conectar con lo que somos en verdad, no con Luis, Juan o Pedro, esa persona a la que le pusieron un nombre y le comenzaron a programar para que pudiera adaptarse a las normas de aquí. Somos infinitamente mágicos, humanos, bondadosos, seres de luz y amor, aunque esto os pueda sonar como muy de libro, porque muchos autores lo han nombrado de esa misma manera, pero es lo que hay.
Todos podemos alcanzar la evolución del ser, hay trabajos específicos para caminar en ese sentido, tareas y prácticas como las que he descrito, pero esas no son las únicas, cada tradición antigua tuvo las suyas, pero el hombre actual está inmerso en cantidad de distracciones que no le permiten crecer. Se alcanza la realización, se obtiene la plenitud, te conviertes en amor, eres lucidez, pero a la menor duda o distracción, todo se va y vuelves de nuevo, pero lo que vives con plena consciencia, está ahí, dentro de ti, y tú ya no vuelves a ser nunca el mismo.
Seguiremos...
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