Imagen: plumahoplita.com
Poder y dinero, cuántas personas hay en el mundo perdidos, ciegos, embriagados por el poder y el dinero. Cuántas otras personas ansían conseguirlos. Cuántas estarían dispuestos a hacer barbaridades para lograrlo. ¿Hasta dónde llegarían esos avaros, esos déspotas, matarían, engañarían, lo harían ellos mismos, o contratarían a alguien? ¿No os da pena que la integridad esté por los suelos, o que los valores humanos estén casi desaparecidos de la faz de la Tierra?
Vemos día a día que se repiten explosiones de soberbia dictatorial, de maldad enlatada, de pensamientos retorcidos, de engaños vivientes. Se dan aquí y allá, en España, en Venezuela, en EEUU, en Ucrania, en la Franja de Gaza. Todos los países que pueden, haciendo bueno el dicho del pez grande se come al chico, invaden, fuerzan, violentan, roban, estrangulan económicamente al hermano menor y más pobre, lo destruyen, lo empobrecen, lo endeudan y compran su voluntad para el futuro. Es así cómo caminan los plutócratas del dinero y el poder, los señores del Mundo, los Amos del cortijo, los que someten a los demás poderes y hacen que les obedezcan, que prevariquen y no exista ninguna justicia en donde a ellos no interesa, porque de ese modo sus negocios, sus sucios negocios marchan mejor y rentan más. Porque su droga circula con más libertad, porque sus armas llegan a los destinos previstos, porque su dinero se torna de blanco a negro, y viceversa, con la misma facilidad con la que una pluma describe un vuelo acrobático al ser empujada por el viento. A los grandes señores nada se les opone, si así lo desean, tienen dinero para neutralizar las fuerzas contrarias, para amañar elecciones, para imponer los resultados que más les convengan. Ellos alimentan un sistema cerrado y blindado, nadie puede acceder si ellos no lo autorizan, y cuentan con todas las armas y las fuerzas policiales y militares, aduaneras, de inspección, de Hacienda, etc., como para burlar los controles a los que cualquier ciudadano nos veríamos sometidos por sus normas. Imponen leyes para los demás, no para ellos. Ellos las saltan, maniatan a jueces y fiscales, a gobiernos, a Estados, se hace lo que quieren, como quieren y cuando quieren.
Es evidente que no vivimos en un mundo justo, que no hay equidad, igualdad, ni democracia. El pueblo pinta bien poco o casi nada. El pueblo no opina, pues se sacan leyes para callarnos y casi estabularnos como hacen con el ganado, para que no nos movamos, estemos callados, trabajemos, no pensemos mucho, y no critiquemos la mala gestión de sus marionetas en los gobiernos. Tienen la potestad de legislar y nosotros la potestad de obedecer. En eso casi se resume la democracia que nos han hecho creer que es el sistema en el que nos tienen pillados como si estuviéramos dentro de un laberinto sin salida. Podemos crear nuestros mundos particulares, privados, nuestros espacios de esparcimiento y entretenimiento aparentemente al margen, pero lo cierto es que sigue dentro de sus dominios. Con eso nos conformamos, con unos instantes de diversión, con unos programas en la caja tonta de la basura, con las celebraciones de fiestas tradicionales, con movidas de masas, pero nadie nos habla del centro de nosotros mismos. Eso está marginado y olvidado, a nadie, o a pocos parece interesarles. Estamos muertos aunque parezcamos vivos, estamos presos aunque parezcamos libres. Suena el despertador... ¡dile que eres libre!, que te quedas en la cama, que no vas a trabajar, que no cedes más de tu tiempo irrepetible y valiosísimo. Creo que nos hemos confundido, que no hemos priorizado lo que de verdad es importante o primordial para vivir y para evolucionar como especie, como seres humanos. Los primeros ya sacaron los pies del plato, y todos les hemos seguido pisando un charco tras otro. Eso ha provocado de que muchos de nosotros tachemos a nuestra especie de ser mala o egoísta desde los comienzos.
Estoy seguro, desde donde veo, pienso y siento, que la inteligencia se tendría que emplear adecuadamente para seguir como una gran comunidad de seres humanos, proyectando y actuando por nuestro bienestar, por una vida digna para todos, para ayudar a que nadie se quede atrás, conformando una sociedad de colaboración y cooperación, de paz y amor. Porque tenemos capacidad e inteligencia para ello, no para el campo de confrontación que algunos han impuesto para servirse de nosotros en un modo de explotación disimulada. Para que se nos hiciera el cuerpo ya dejaron dicho que ganaríamos el pan con el sudor de nuestra frente.
Seguiremos...
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