¿Por qué se
habla tanto de política? Porque se entromete en nuestras vidas y trata de
dirigirlas. Pone límites y dice lo que debemos hacer, cómo tenemos que hacerlo
y cuándo. ¿No es lo suficientemente inquietante?
Lo malo es que
el nivel de nuestros políticos sea tan bajo en todos los sentidos: moral, ético
y humano. Es por ello, que se hace necesaria la intervención de la población.
Los ciudadanos debemos estar atentos a sus movimientos y dispuestos a exigirles
leyes justas, así como que las cumplan.
Ahora que se
preparan para las próximas elecciones, comienzan las verborreas y se dejan ver
por las calles, visitan fábricas, tratan de estar cerca de los ciudadanos y de
ciertos colectivos que le son de su interés, tan solo, para conseguir sus
votos. El resto del año han sido ignorados, como el conjunto de los ciudadanos.
En la
precampaña se dedican a sacar los trapos sucios de los otros, y prometen, tímidamente,
lo que posteriormente incumplirán. Nuestros políticos no están a la altura de
las circunstancias actuales ni de las necesidades de la gente de este país. No
ofrecen verdaderas soluciones. No muestran preocupación por las mismas. Lo que
hacen muy bien es dar rienda suelta a la lengua. La lanzan como misiles hacia
los demás candidatos de los otros partidos políticos. ¡Estoy avergonzado!, ¡me
siento abochornado!, la gran mayoría debería estar en sus antiguos puestos de
trabajo, si es que tuvieron alguno, además de haberse chupado tropecientos años
en sus partidos.
Hay una
distancia real, en muchos sentidos, entre los ciudadanos y los políticos,
tanta, que ha originado ese sentimiento, que muchas veces se ha vociferado en
las manifestaciones: ¡Que no nos representan! La distancia la han marcado ellos
cuando han legislado en contra de los intereses de nosotros. Cuando fijan un
SMI de poco más de seiscientos euros o cuando legislan para dejar sin
prestaciones a los parados, o familias sin ingresos. Cuando dejan a
dependientes sin la ayuda correspondiente para sus tratamientos y cuidados.
Cuando favorecen a empresarios y banqueros, al mismo tiempo que facilitan el despido
de los trabajadores. Cuando permiten a los jueces que empleen diferentes varas de medir a la hora de
juzgar, según sea la clase social del delincuente. O cuando se toleran los
casos de corrupción, en los que se roba dinero público, y donde muchos de ellos
están involucrados. Hay mucho más, pero sería interminable y nos hartaríamos de
tanta podredumbre.
Por todo ello,
claro que nos interesa la política, por la necesidad de dar la vuelta a todo
este engaño en que la han convertido. Lo nuestro lo tenemos que defender, y no
podemos dejar que el sistema blindado de privilegios de unos pocos, siga
dirigiendo los pasos de cuarenta y siete millones de habitantes. No podemos
consentir que unos sinvergüenzas en minoría, refugiados en las Instituciones,
nos ninguneen. A ellos les gusta calificar de anti sistemas a todos los que no
piensan como ellos, pero son los únicos responsables de que los ciudadanos
sensatos pensemos que el sistema, tal cual es usado por la clase elitista
política, hay que modificarlo casi al completo. Yo no voto para darle poder a
gente que me robe, que me engañe o que me joda. ¿Y usted?
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