Los “puritanos”
se echan las manos a la cabeza, pero lo hacen para el postureo y para sacar
partido de ello. A la cabeza del “puritanismo” tenemos a Esperanza Aguirre,
quien ha puesto el grito en el cielo porque la actual alcaldesa de Madrid, la
Sra. Manuela Carmena, ha dicho que los universitarios deberían ser los que
limpiaran las calles de Madrid tras los botellones que celebran.
Lo que no
puede consentirse es tener una tribu de jóvenes, que se encuentren con todo el
derecho a hacer lo que quieran y a dejar la ciudad como les plazca, pero a los
que no se les pueda exigir educación y un comportamiento civilizado. Este
aspecto para la buena convivencia, parece resbalarle a Aguirre, puesto que
sobre esta exigencia no se manifiesta en absoluto. Para Aguirre es un horror
que la alcaldesa proponga que los que ensucian, limpien. Sin embargo, que
tengamos a miles de jóvenes emborrachándose en las calles y dejando miles de
kilos de basuras por los suelos, no tiene la menor importancia para Esperanza
Aguirre.
Las calles no
solo quedan cubiertas de bolsas y botellas, sino que quedan manchadas,
pestilentes e intransitables para los peatones. Al menos, en los lugares donde
se celebran los botellones es así, ¿por qué no se obliga a cumplir con el
derecho de reunión?, ¿por qué no se requiere pedir permiso a Gobernación y que
existan unos responsables de tal concentración? Al hacerlo de este modo, tal
como indica la ley para reuniones de más de veinte personas, y los botellones
lo son, los responsables tendrán que velar por la limpieza, para que las calles
no den esa imagen de vertedero.
Soluciones la
hay, solo tenemos que pensar unos minutos en el asunto, y veréis que llegan las
propuestas. El que ensucia debe de limpiar, supongo que Esperanza Aguirre
cuando era alcaldesa apoyaría la sanción al propietario de un perro que dejara
la caca de su perro en las calles, ¿cómo le parece mal a esta señora que se le
obligue a los jóvenes que dejan el suelo tapizado de bolsas, botellas,
cristales, vasos, y todo él manchado de sustancias espirituosas, que se les
exija limpiarlo? ¡La incoherencia es superlativa!, y la intención, totalmente,
política.
Las cámaras de
televisión se acercaron a las universidades para interpelar a los jóvenes, para
conocer qué les parecía la propuesta de Manuela Carmena. No hubo ninguno que la
viera razonable, ninguno manifestó tener responsabilidad con las consecuencias
de sus celebraciones sobre la alteración de las vías públicas. Los jóvenes se
encuentran con todo el derecho del mundo para hacer lo que ellos quieran, pero
obligaciones ningunas, para limpiar, dicen, están los barrenderos.
El cuerpo de
limpieza de una ciudad está para el mantenimiento normal de la ciudad, pero no
para dar la libertad a los ciudadanos de convertirse en maleducados o
incivilizados. ¡Venga, tiremos todo al suelo!, que ya vendrán otros a limpiar.
Por esa regla de tres deberíamos de actuar así. ¿Les gustaría a esos jóvenes
que las aceras de sus viviendas amanecieran llenas de basura, y cuando salieran
de sus casas tuvieran que andar sorteando la porquería? Yo creo que no les
gustaría, esto no le gusta a nadie.
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