No siempre
hacemos lo que la gente quiere que hagamos. No siempre tragamos por los
caprichos de otros. No siempre actuamos como mejor conviene a alguien ajeno a
nosotros. No siempre estamos dispuestos a acortar nuestra libertad, ni queremos
acatar las órdenes de otros. No siempre agradamos, ni estamos aquí para
agradar.
Estamos aquí,
en primer lugar para ser sinceros con nosotros mismos. Para ello, debemos
conocer lo que queremos, por qué deseamos hacer esto y no lo otro. Pero
cualquier decisión ha de estar por encima del enfado y de la falta de libertad.
Los malos
entendimientos y la manipulación siempre estarán presentes entre personas que
se mueven en la oscuridad del ser. La no comprensión, igualmente, estará
presente en las relaciones. Pero debemos estar por encima de esas imposturas.
Las gentes nos
merecemos unas relaciones con amor. Las demás cosas son tonterías, comederos de
cabeza, chuminadas, como vulgarmente se dice.
Muchas
personas se enredan en cosas sin importancia. Aunque ellas le den mucha, no la
tiene. La vida no puede pasar de disputa en disputa. Es horroroso estar todo el
día peleando, y si se cae en un no entendimiento, hay que pasar página lo más
pronto posible. Hay que eliminar de nuestras vidas cualquier rencor o malestar.
No merece la pena sentirse mal con nadie. No lleva a ningún sitio bueno. No va
a hacer que te sientas mejor, seguro.
Incluso en los
casos en los que te creas llevar la razón, no hay que restregarla a nadie. Cada
cual tiene su tiempo para poder digerir las situaciones. No podemos acelerar
ese proceso mental del otro, ha de ser el mismo quien se de cuenta y diluya la
supuesta importancia que depositó en el hecho concreto que le hacia sentir mal.
Los orgullos
los tenemos que mandar a paseo, si queremos relacionarnos mejor. Dar el sitio
al otro, o dejarle espacio para que pueda escapar, es algo a tener en cuenta.
Sucede como con lo animales, si le dejamos una puerta por donde escapar, casi
siempre esto evitará el enfrentamiento y la reacción inesperada del que se
siente acorralado.
No hagamos
piña para defendernos sino para disculparnos. Razonemos con los demás, y si no
escuchan es absurdo continuar discutiendo. Ahorremos palabras y suplámoslas por
gestos hermosos y cariñosos. Centrémonos en la belleza del otro, que es la
misma vida que nosotros. Tiene la misma esencia, en el fondo es lo mismo que
nosotros. Por tanto, no nos ofendamos a nosotros mismos.
Si el mal
tiene arreglo dale una solución. Si el mal no tiene solución, consuélate con que
tiene una existencia limitada y tarde o temprano terminará. Es cuestión de una
actitud y de una comprensión. Nosotros no vamos a echar más palos al fuego. Vamos
a tratar de apagarlo, vamos a mostrar que nuestra actitud es esa. Nos vamos a
sentir mejor con nosotros.
Vamos a ser
los primeros en demostrar que no estamos enfadados, que queremos continuar
dialogando, que apreciamos a la otra persona y que nos importa. Vamos a
dirigirnos al otro, nos vamos a acercar los primeros. No nos van a importar los
reproches, ni vamos a discutir más. Vamos a tratar el asunto desde el corazón y
todo se arreglará.
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