El tiempo ya
ha cambiado, llueve y han bajado las temperaturas. No dejo de pensar en los
refugiados, en las miles de personas abandonadas a su suerte en medio de ningún
lugar. Es un crimen el que están haciendo todos aquellos países que le niegan
ayuda o medios para que puedan protegerse de la inclemencia del tiempo.
Igualmente, es un crimen cerrarles el paso en sus fronteras y no dejarles
transitar libremente hacia los países de destinos.
Es un crimen
no auxiliarles o no acogerles. Nos hemos deshumanizados y esto no puede seguir
así. Hay miles de personas que van a enfermar y, posiblemente, va a morir de
frío o por falta de alimentos y agua.
No nos vale
cuando los gobernantes retan a la población con la cuestión: ¿Por qué no los
acoges en tu casa? Porque cuando un país los acoge, sus ciudadanos los están
acogiendo. El país y los recursos no son de los políticos o dirigentes, son de
los ciudadanos, y si los ciudadanos deciden compartirlos con los que llegan,
los políticos no son nadie para oponerse o decir lo contrario. Seguimos como
siempre, los políticos se han creído que el país y las instituciones son su
cortijo particular. También se han creído que los dineros públicos son parte de
sus ahorros y dineros para hacer negocios particulares o financiar a sus
partidos.
Al margen de
esto y retomando el verdadero sentido de este escrito, hay que volver a
centrarse en esas personas diseminadas por tierras europeas, que huyen de una
muerte segura en sus países de origen y que están bajo el cielo raso, en
condiciones que pueden hacer peligrar la salud de todas ellas. Ya está bien de
tantos intereses monetarios. Acojo si la UE suelta pasta, ¡no señor!, tiene
usted que acoger porque su pueblo así lo desea y porque es humano hacerlo. La
voluntad de los políticos se ha de doblegar de una vez por todas ante lo que
decidan los ciudadanos, y no al contrario. La sociedad es nuestra, el Estado no
es nada sin que nosotros lo mantengamos, y el sentido de que existan es
gestionar nuestras pretensiones para conseguir una sociedad más justa para
todos.
Ya está bien
de tanto oír a los grupos poderosos, los G7, G8, G20, Bildelberg y toda esa
gentuza, que nada o poco tienen que ver con los ciudadanos, pero que están
marcando las pautas de convivencia que más les interesan, económicamente
hablando. A los ciudadanos nos interesa el pleno empleo, una buena sanidad, una
buena educación, vivir en paz y tener una buena gestión de lo que es de todos.
A los ciudadanos de bien nos interesan otros valores diferentes a los que fomentan
aquellos grupos embriagados de dinero.
La gente está
antes, la vida de las personas tiene prioridad a los beneficios monetarios. La
sociedad no se puede regir para procurar las ganancias de unos pocos o los
negocios turbios de algunos en colaboración con los que son nuestros empleados
públicos. Hay que castigar enérgicamente y ejemplarmente a ese tipo de gente
indecorosa. La gente de ese tipo que se quede en casa o se dediquen a sus
asuntos privados, pero que se vayan y dejen las Instituciones para gente
impecable, gente con corazón.
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