El
Ayuntamiento de Valencia ha gastado treinta millones de euros en bombillas Led.
Adjudicaciones de las que se encargaron Alfonso Rus y Rita Barberá. En las
facturas se cargan las bombillas a ciento cincuenta euros. Lo malo es que el
precio real de las bombillas es de setenta y cinco euros. Lo que quiere decir
que quince millones de euros han ido a la buchaca, como vulgarmente se dice.
Todo el PP de
Valencia bajo investigación, tanto es así, que tienen que poner una gestora
para que se haga cargo del partido en Valencia, mientras se sigue la pista a lo
sucedido en esta Comunidad. Rita Barberá esquiva las balas como puede, encerrándose
en su domicilio, tras sentirse parapetada por su aforamiento.
Hace unos días
dijo Rajoy que ya no se dejaba pasar más ninguna, y pronto ha tenido que
rectificar, seguramente, porque lo que hay detrás de Rita ha de ser tan gordo,
que han comprendido que lo mejor es volver a agachar las alfombras para que no
se pueda ver la mierda que se encuentra bajo ellas. El PP ha salido por
peteneras, o mejor a ritmo de samba, ya que estamos en tiempos de carnavales, y
ha hecho una maniobra de equilibrista para permitir que Rita quede aforada
hasta en el caso de que hubiera que celebrar nuevas elecciones. El premio a la
corrupción es concederle que sea Senadora de la Diputación permanente del
Senado.
Todo esto no
es nada, no tiene la menor importancia. Tampoco que los Pujols sigan en la calle
y moviendo dinero negro por los paraísos fiscales, o que Rato esté haciendo más
de lo mismo. Que el PP parezca un partido apestado de corrupción: Gürtel,
Púnica, Bárcenas, Palma de Mallorca, Aristegui, No’os, De la Serna, etc., ¡nada
de esto es escandaloso! El guiñol de Madrid si que les ha parecido a todos los
que vienen soportando mucha mierda a su alrededor sin chistar, un auténtico aquelarre.
Han salido de su silencio aplastante, espadas en todo lo alto, dispuestos a
hacerles la guerra a los titiriteros del guiñol. De momento llevan tres días
encerrados, sin fianza, como si hubieran puesto una bomba en el centro de
Madrid. ¿Cuántos raseros tienen los que tanto exigen a los que son ajenos a su
partido?
No hay un
ladrillo que se pueda mover sin que aparezcan billetes de quinientos euros, de
esos que no han tributado en Hacienda y, por supuesto, casi siempre viene
detrás el nombre de los responsables que los pusieron allí, que casualmente
suelen ser del mismo partido que se las está llevando todas últimamente. Al PP
les llueven las tortas por detrás y por delante, por la izquierda y por la
derecha; “¡pero el guiñol es la desvergüenza más grande que se ha hecho en este
país desde que murió el Caudillo!”.
Estoy
consternado por el volumen que pueden alcanzar ciertas historias, cuando los
intereses políticos de volcar mierda sobre alguien, así lo pretenden. Sin
embargo, esos mismos descargan de toda responsabilidad a cantidad de chorizos
que tienen alrededor, con los que se sientan en la misma mesa o en la misma
bancada. El panorama político español es una vergüenza y da verdadera
repugnancia. Hay una absoluta falta de transparencia, comenten ciento y una
triquiñuelas delictivas para financiarse ilegalmente, adjudican muy por encima
de sus precios reales de mercado. Benefician a amigos, tanto en las contrataciones
como en las privatizaciones. Hunden el país sin el menor remordimiento y los
ciudadanos les importamos un huevo. Blindan sus privilegios, manipulan a los
jueces, indultan a quienes les convienen y utilizan su posición para hacer
negocios privados, en lugar de cumplir con las funciones que se les suponen y
para las que fueron elegidos. Dan puestos de trabajo en las empresas públicas,
a veces hechos a medida, para algunos de sus compañeros. Y al final de sus
carreras políticas, cuando ya no son rentables para el partido, les retiran al
Senado, dándoles la jubilación dorada, o bien, se abre la puerta giratoria de
turno. A pesar de todo, “¡Qué maldad la del guiñol y los titiriteros!”.
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