Con los
mayores se habla de pastillas, lamentablemente padecen dolores y diversas
dolencias que les hacen tomar más medicamentos de los deseados. Ellos quieren
estar bien, pero su frágil salud les imposibilita a llevar una vida más plena,
o más acorde con lo que ellos quisieran.
Los cuerpos
tienen un desgaste durante la vida, y al final aparecen los achaques. Muchas
medicinas te hacen llevar “las goteras” con mayor dignidad, pero atiborrándote
de ellas, que tienen muchas contraindicaciones. Mejoran los síntomas de las
dolencias, pero pueden estar deteriorando otros órganos. Así que es como la
pescadilla que se muerde la cola, te alivias de unas cosas y van apareciendo
otras.
No es fácil
aceptar el deterioro del cuerpo, pero es una realidad en todos los seres vivos.
Llegamos a ser personas que poco tenemos que ver con aquellos que fuimos, pero
este es nuestro destino físico. Envejecemos y, muchas veces, pagamos las
consecuencias de un trabajo duro, excesivo o repetitivo. Pagamos, también, los
malos hábitos y los disgustos, el estrés o una alimentación inadecuada.
Comprendo que
a todos nos gustaría llegar al final de nuestros días en plena forma, y que la
muerte llegara plácidamente, pero las cosas vienen como vienen y no tiene
sentido rebelarse contra las fuerzas de la naturaleza, porque saldremos
perdiendo. Los más creyentes se conforman con lo que su Dios dicen que les ha
mandado, y otros manifiestan que no puede existir Dios, o qué clase de Dios es
el que permite a las personas pasarlo tan mal. De cualquier manera, somos nosotros,
siempre somos los responsables de nuestro proceso, y de tener una mayor o menor
comprensión de nuestra situación.
Hemos vivido
de un modo, hemos forjado un carácter determinado, y ahora toca flexibilizar
hasta llegar a rendirnos totalmente. De nosotros depende modificar nuestra
conducta o seguir, tercamente, afianzados a lo que fuimos pero que no somos ya.
Cuando se es mayor hay que hacer vida de mayores, no se puede continuar la
misma lucha, ni emplear la misma intensidad porque te agotas en el intento y
después vienen los dolores y el malestar. Hay personas que no lo comprenden y
su visión de como han de estar las cosas, o de cómo han de ser las situaciones
les superan, no han aprendido y lo tienen que acatar a la fuerza, les cuesta una
enfermedad.
A todos nos
duele ver a alguien cercano padeciendo, no quisiéramos que fuera así, pero lo
es. Nos queda la resignación y el amor para alcanzar la comprensión. Nos vale
el ejemplo de lo que vemos para que podamos aprender.
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