En las últimas
horas hemos tenido información sensible en televisión, ¿vieron ustedes la
entrevista realizada a una periodista y un socorrista, de los que han estado
actuando en Lesbo, salvando vidas en las travesías de los refugiados
procedentes de Siria? ¡Terrible el dolor y la angustia que se vive escuchando
cómo es el día a día en el mar! La cantidad de cadáveres, la cantidad de
personas que llegan a tierra con tan solo un hilo de vida. Las embarcaciones en
lamentable estado que ponen las mafias a disposición de los que quieren huir de
las bombas, a un precio desorbitado el pasaje. Muchos de los que son rescatados
pierden en el viaje a algunos de sus familiares, y creen que vienen al paraíso
cuando lo que se encuentran son alambradas, fronteras, gases lacrimógenos,
frío, barro, cargas policiales y desatención por parte de los países que en un
principio se brindaron a abrir sus puertas y acogerles, pero que toda la fuerza
se les ha ido por la boca.
Los países a
donde quieren ir los refugiados, incumplen, sistemáticamente, el acuerdo de
asilo a los que huyen de sus países por miedo a ser liquidados por la acción de
las guerras.
Otra
información sensible nos llegó de mano de Jordi Evole, en el Salvados de ayer
domingo. El programa estuvo dedicado a la fabricación textil en lugares como
Camboya, mostrando la forma en que eran tratados y contratados los trabajadores
en las miles de fábricas del sector. Fábricas donde encargan sus ropas muchas
de las marcas que encontramos en cualquier calle comercial de cualquier ciudad
europea o del mundo. Marcas que son conocidas por todos nosotros, y por las que
nos cobran, en algunas ocasiones, por un pantalón o una camisa, prácticamente,
la mitad del sueldo de un empleado o empleada de aquellas fábricas. Los
salarios rondaban los 130 ó 140 €, todos los empleados decían que eran
insuficientes. Los empresarios incumplen la normativa laboral y, sobretodo, no dotan
a los trabajadores con los medios y equipos de protección necesarios para
evitarles la toxicidad del manejo de los tejidos, y las sustancias que se
desprenden continuamente en algunos de los procesos a los que son sometidos.
Muchos de los
empleados viven hacinados en una habitación, que sirve para todo, dormitorio,
cocina, baño, estar, etc., ¡una verdadera vergüenza! Aguantan presiones
insoportables, porque les obligan a trabajar a toda velocidad, en condiciones
peligrosas e insalubres, bajo las voces y las amenazas provenientes de los
empresarios. Viajan hacia las fábricas en condiciones, igualmente, muy
peligrosas, en transportes colectivos, agolpados en las bateas de carga de
pequeños camiones, todos de pie, como animales… ¡totalmente indigno!
También
pudimos ver a un empresario español que había montado una factoría textil en
Camboya para aprovechar esos bajos sueldos, y así fabricar a precios reducidos.
Sus instalaciones se veían más decentes. Él decía que cumplía toda la normativa
impuesta por las autoridades de ese país, además, les pagaba salarios más
elevados, del orden de los 225 €. No iba mal la entrevista con este empresario,
hasta que la cagó desde mi punto de vista. Dijo que el primer mundo estaba ahí
arriba, y señaló con su mano, al tiempo que dijo que el tercer mundo estaba hay
abajo. Entonces, refirió que el tercer mundo debía de ir hacia arriba, pero lo
condicionó a que el primer mundo tenía que ir hacia abajo. Yo digo: que es
digno y justo que los países deprimidos crezcan económicamente, en bienestar,
etc., pero que no ha de ser a costa de que todos perdamos calidad de vida. Como
no es de recibo que siga el primer mundo estando arriba porque explota a los
habitantes de las zonas más deprimidas de la Tierra.
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