En esta época del año se realizan campañas de recogidas de alimentos en los hipermercados, supermercados y demás centros comerciales. Esta misma mañana, la cadena Ser de radio hablaba con responsables de la logística y gestión de los centros de alimentos, decía que los alimentos que recogían procedían principalmente de centros de producción, de centros de distribución y de los particulares, y que con la ley nueva de evitar desperdicios o excesos de alimentos, tanto en la industria como en los centros de distribución o venta, la recogida o donación había descendido en un veinte por ciento con respecto al año anterior. Y una vez se escucha todo esto con la normalidad que nos han fabricado y fomentado, así como publicitado, y de lo buena que es la gente que se presta a hacer un voluntariado para ayudar a los que necesitan este aporte tan básico como son los alimentos, es cuando abro los ojos y comprendo que los que gobiernan permiten que suceda esta pobreza social, personas como usted o yo, que viven de la caridad, de no saber si mañana tendrán algo que llevarse a la boca, si el grifo se cerrará mañana o pasado mañana. La inutilidad de los que gobiernan se pone de manifiesto, la mala gestión también, y no digamos la improvisación y la mendicidad.
Es signo de desequilibrio social y de discriminación, que haya una parte de la población que no disponga de un trabajo para conseguir un ingreso suficiente para que pueda vivir dignamente, y eso yo se lo cargo en la mochila de los que tienen potestad para legislar, para imponer las normas, para hacer y deshacer, y su deber es que nadie se nos quede en el vagón último, incluso que no pueda subir al tren. Es una obligación de los gobernantes que las condiciones sociales y laborales sean las optimas para que todos sus gobernados tengan derecho a un trabajo digno, a un salario suficiente y justo para poder llevar una vida digna, y que todos tengamos un futuro más o menos cierto hasta el final de nuestras vidas. Aún teniendo estas lamentables circunstancias que impiden se eliminen los comedores sociales, los bancos de alimentos, etc., nuestros gobernantes empeoran las condiciones de vida de todas esas personas pobres en primer lugar, y el panorama social y económico de todos en general, con la sinrazón de la apertura de todas las fronteras. A las personas que ya estaban en exclusión social, sin trabajo, sin ingresos, sin comida, sin capacidad de independización o de pagar sus facturas, y casi sin futuro de ningún tipo, le suman a millares de inmigrantes ilegales que entran como una marabunta de hormigas a copar hoteles, albergues y todo tipo de edificios, produciendo un gasto innecesario, desestabilizando las ciudades en las que se agolpan en un mayor número de personas de culturas diferentes, que comienzan a exigir lo suyo, porque no se adaptan a lo que tenemos y se le ofrece, sino que desean vivir según sus tradiciones y costumbres, pero en el país que les acoge. El cumplimiento de todo lo que piden, les hace fuerte frente a nuestros gobiernos y a nuestras leyes, no se puede transigir y hay que exigir adaptación o que se vuelvan por donde vinieron.
En lugar del enorme gasto que el asunto de la inmigración ilegal está ocasionando, nuestros gobernantes, que parecen haber perdido las cabezas, debieron haber proyectado una sociedad con puestos de trabajo e industrias suficientes para que todas las personas del país tuvieran sus empleos y sus ingresos, que es la única forma de progresar, de consumir y de sentirse dignas. No hay forma de poder hablar bien de los que gobiernan, ¡Qué mal lo hacen!
Seguiremos...
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