Cuando oímos
las noticias, las tertulias y demás espacios de los medios de comunicación,
podemos observar que los dardos sobrevuelan nuestras cabezas, pasan como
jabalinas de un lado a otro dirigidos hacia sus objetivos. Cómo no nos damos
cuenta de que avivamos el incendio, por qué se acusan los unos a los otros, por
qué se descalifican continuamente, por qué existe tal rivalidad por trepar
desmereciendo a los demás.
Sigo
boquiabierto, desencantado y si quieren, desmoralizado, por la cantidad de “pirómanos
sociales” y por el gran número de echadores de palitos al fuego y, entre todos
el incendio de magnitud descomunal nos devorará, no habrá bomberos ni agua
suficientes para apagar las llamas del desastre. Suena a apocalipsis y tal vez
he exagerado un poco, pero echo de menos la llamada a la sensatez, a la tranquilidad,
a la paciencia, a la solidaridad, a la cooperación y también echo de menos las
buenas voluntades.
No estamos
para competir y es falso que si no existiera la competencia estaríamos todavía
en las cavernas como les gusta decir a algunos. Estamos para colaborar, para
aportar, para contribuir y repartir la carga, los adelantos, los estudios, los
trabajos, la investigación y para llegar a construir la vida que todos nos
merecemos, para la que tenemos capacidades e inteligencia con la que armonizar
el caos social, religioso, económico, moral, existentes.
La ruta no es
dejar que muramos por no hacer uso de las energías alternativas porque hay que
beneficiar a las eléctricas. Tampoco es que muramos porque el aire llegue a ser
veneno respirable porque hay que satisfacer los negocios de los gobiernos y de
las potencias petroleras. Tampoco consiste el proyecto humano en explotar a una mayoría para que se
enriquezca una minoría, ni en dejar morir de hambre a unos millones para que
otros millones de personas disfruten de una vida de lujo y confort. Nos hemos
equivocado y debemos confirmar este extremo cuanto antes por el bien de la
humanidad. No podemos alentar o permitir conflictos bélicos y salvajes porque
hacemos negocios con la venta de armas. Tenemos que ser capaces de restablecer
el rumbo hacia la vida y no como ahora, que vamos directo hacia la destrucción.
Una primera
labor fundamental es educar, formar, tanto con un sistema de calidad escolar
como familiar. Las personas tenemos y debemos dar un paso, hay que parar y
mirar, para reconocer que nos hemos perdido, que nos hemos salido del camino,
pero que es posible despertar de esta pesadilla, que hay esperanza, que tenemos
capacidad suficiente y que lo que nos falta es voluntad, convicción y valentía
para caminar en el sentido correcto. Que hay que comenzar a construir con el apoyo de los demás, no
desprestigiando la labor de los demás, no tratando de desplazar o echar a los
otros, sino colaborando codo con codo con los demás.
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