Ayer hablaba
con un vecino de la urbanización, acerca de la situación política al hilo de lo
último que se había conocido, la investigación que estaban haciendo a Rodrigo
Rato. A partir de ello, fue imposible no repasar el caso de los EREs, la
intención de votos de los ciudadanos a pesar de la corrupción existente, etc.
Llegados a este punto me fue inevitable expresarle algo, que los que me habéis
leído en anteriores escritos ya he recogido y os prometo que aunque pudiera
coincidir con alguien, yo no se lo escuché a nadie; me refiero a la necesidad
primordial de que todos tengamos un puesto de trabajo y le esbocé cómo se
tendría que proceder para conseguir que todas las personas tuvieran empleo y
cuáles serían las obligaciones de la Administración por imperativo de los
ciudadanos, que no de los políticos, para alcanzar tal objetivo. ¿Sabéis cuál
fue su respuesta?, pues que lo mío era un ideario comunista. A lo que le
respondí: “lo que tú llamas comunismo, yo le llamo humanismo”. Yo solo aspiro a
un sistema que se responsabilice de que todos los ciudadanos tengan un trabajo,
para que tengan unos ingresos, un medio de vida.
Le exponía que
cada municipio tendría que hacer un estudio de las personas desempleadas, de
sus profesiones y engendrar un plan de empleo, donde en primer lugar se
faciliten todas las condiciones para que los que deseen ser empresarios
independientes lo sean; pero si dándose todas esas facilidades no se postulan
ciudadanos que quieran ser empresarios, los gobiernos de cada municipio deben
destinar los impuestos, en mayor cuantía, para industrializarse razonablemente.
¿Qué quiero decir cuando digo razonablemente?, pues que se estudie el mercado:
laboral, de producción y de consumo, y se saquen conclusiones; ¿con qué mano de
obra cuento y qué especialización aprovechable tengo o qué cursos de formación
tengo que habilitar para conseguir la mano de obra útil que se necesita?, ¿de
los productos que consumimos cuáles fabrico y cuales adquiero en el exterior?,
y por último ¿Con qué recursos cuento que puedan comercializarse,
manufacturarse, etc.? A partir de ahí, hay que destinar cantidades para
construir fábricas, sin caer en el error de ponerlas al mando de políticos a
dedo, sino que se hacen oposiciones para cubrir los puestos de responsabilidad
por méritos. El papel de la Administración tiene que ser el de auditar dichas
empresas.
Esta parece
ser la visión que mi amigo aprecia como comunista y a la que yo le llamo
humanista. No trato de coincidir con ninguna ideología, sino con mi sentido
común, con mi sensatez y con la necesidad que observo como más perentoria.
Debemos exigir de la Administración que de todas las facilidades
reduciendo o anulando los impuestos que gravan a las empresas para que contraten o
surjan nuevos empresarios, pero si esto no da resultado ¿cómo no va a ser
lícito que la Administración genere puestos de trabajo con el dinero de todos
para asegurar nuestro bienestar, en lugar de mirar para otro lado como hace ahora?
El Estado no es nada ajeno a nosotros, somos nosotros y lo mantenemos nosotros.
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