Es justo
hablar del científico Royal Raymond Rife, nacido en 1888 en Nebraska y fallecido
en California en 1971, quien estableció los pilares de la medicina
bioeléctrica, pero a quien las altas estancias de la medicina y la industria de
las drogas (medicamentos), de la época, se encargó de desprestigiar, pues sus
descubrimientos ponían fin al uso de las drogas para curar cualquier tipo de
enfermedad producida por virus o bacterias, incluido el temible cáncer.
En 1920 Rife
había terminado de construir el primer microscopio, que hacia posible observar
a los virus con vida en todo el mundo.
En 1933
perfeccionó esa tecnología y construyó el increíblemente complejo microscopio
universal, el cual tenía 6000 piezas diferentes y conseguía un aumento de 60.000
veces el tamaño real de lo observado, siendo el único capaz de ver un virus.
Los
microscopios electrónicos matan instantáneamente cualquier cosa que enfocan,
pero esto no sucedía con el microscopio de Rife.
Rife descubrió
que las moléculas de cada cuerpo u organismo tienen una frecuencia u oscilación
electromagnética. Su microscopio funcionaba iluminando a cada microorganismo
con dos frecuencias diferentes de luz ultravioleta, las cuales resonaban con la
frecuencia propia del microbio, y así los hacía visible sin matarlos, algo que
los microscopios de hoy aún no han conseguido.
Royal Rife
identificó el virus del cáncer humano en 1920. Otros médicos se iban apropiando
de los adelantos de Rife, incluyéndolos en los estudios que publicaban como si
fueran suyos, omitiendo cualquier mención sobre Rife. De hecho, Rife rara vez
tuvo algún crédito por su monumental descubrimiento.
Una vez Rife
identificó los virus que producían el cáncer, hizo uso del mismo principio: la
Resonancia, incrementando la oscilación natural del virus hasta deformarlos y
desintegrarlos. Una terapia indolora, totalmente selectiva, que preservaba el
resto de tejidos sanos, ajenos a los propios virus de esa frecuencia. Por ese
mismo principio aplicado, cualquier enfermedad puede ser curada, tan solo hace
falta conocer la frecuencia del organismo patógeno que la origina.
En 1934, la
Universidad del sur de California, comisionó a un comité de investigación
médica para que pusieran a disposición de Rife pacientes de cáncer en fase
terminal, y tras un periodo de 90 días los examinasen, si para entonces seguían
con vida. Pasado ese tiempo, la comisión de médicos pudo comprobar que el 100%
de los enfermos estaban curados. Este hecho fue celebrado por todos los médicos
e investigadores del momento.
En 1939 los
mismos médicos que festejaron, años atrás, los excelentes resultados, así como
que habían colaborado con Rife; comenzaron a negar en público haber conocido,
siquiera, a Rife. Todo ello ocurrió cuando la noticia de que el fin para todas
las enfermedades había llegado, gracias a la Resonancia Coordinativa de Rife. Esa
información llegó a los oídos de la Asociación Médica Americana, cuyo
responsable: Morris Fishbein envió un abogado a comprar el silencio de Rife,
con una oferta que no debía rechazar. Al principio, mientras Fishbein
presionaba a Rife, este recibía apoyo de las autoridades médicas que habían
trabajado con él, sobre todo, tras el logro en 1934 con el proyecto de la
Universidad del Sur de California. La industria farmacéutica se involucró para
evitar cualquier difusión o publicidad pública de la existencia de una terapia
sin dolor que curaba el 100% de los casos de cánceres terminales, con el único
costo de un poco de electricidad. ¿Quién iba a ingerir drogas, después de
aquello? Las ventas se hundirían.
Pensaron que
la táctica para acabar con Rife tenía que ser otra, y comenzaron a producirse
robos en el laboratorio de Rife, desapareciendo fotos, notas, películas y
componentes de sus máquinas. El culpable o los culpables nunca fueron hallados.
Continuaron
los robos, y por último un incendio intencionado destruyó el multimillonario
laboratorio Brunett en New Jersey, donde científicos se preparaban para
anunciar la confirmación del éxito de los trabajos de Rife. Pero el golpe final
vino luego, cuando la policía confiscó, ilegalmente, lo que quedaba de los 50
años de investigación de Rife. Posteriormente, una importante familia que
controlaba la industria de las drogas (medicamentos) se aseguró de llevar a la
bancarrota a la compañía que fabricaba los instrumentos de frecuencia,
necesarios para los equipos utilizados por Rife.
A los médicos
que habían trabajado, visto los resultados, y trataron de defender a Rife,
fueron marginados dentro de la profesión y se les retiraron las subvenciones de
su fundaciones u hospitales. Se gastó mucho dinero en asegurarse de que ningún
doctor recordara nada de los experimentado por Rife. No se escatimó dinero en
lograr que se extinguieran los posibles testigos del acierto de las terapias de
Rife. Cualquier precio era bueno si con ello se compraban voluntades, y así fue
como todos los doctores fueron conducidos con palo y zanahorias hasta que
dejaron de apoyar los trabajos de Rife, y comenzaron a recetar drogas.
Los médicos
volvieron a estar subvencionados por la industria farmacéutica, que prohibía
cualquier mención a los hechos. Por consiguiente, una generación entera de
médicos nunca había oído nada acerca de los adelantos de Rife. Había que hacer
lo que fuera, porque un tratamiento contra el cáncer en un hospital americano
alcanza los 300.000 euros, y esa cantidad es un gran negocio.
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