Me estoy dando cuenta que hay
temas en los que dialogar con otra persona, se confrontan los puntos de vista
mío y los de ella, generalmente, no hay entendimiento, cada uno se aferra a lo
suyo, lo toma por cierto, y se producen embates, acaloramiento, gasto innecesario
de energías. Uno tensa, el otro afloja, es el arte que los años nos ha enseñado
para no tensar demasiado y romper; pero aun así creo que debo evitarlo, se
bromea y se discute, se sabe hacer las dos cosas al mismo tiempo para no
mostrar que uno se enfada o le afecta más de la cuenta el tema. Observo que es
mejor, mucho mejor, guardar silencio, escuchar y no entrar al trapo que lancen
los que desean torear.
Una reunión se puede celebrar,
dependiendo el tema, supongamos, en media hora, y se puede alargar a hora y
media de debate-discusión, donde ninguno de los dos vamos a sacar nada de
provecho, hablando, culpando y defendiendo a terceros que saben culparse y defenderse
solos. Es tiempo perdido, tirado, y nuestro tiempo es muy valioso por ser
limitado en esta existencia, y porque se puede emplear mucho mejor en nuestro
favor, incluso, ayudando a otras personas que lo necesiten. No vamos a salvar
al mundo, el mundo se cuida, tiene sus leyes, sabe reaccionar… y el tiempo
suele poner a cada uno en su sitio, por qué vamos a estar enfrascados en las
vidas de otros si ya tenemos suficiente con las nuestras.
Mi palabra, cuando no es la que
espera oír el otro, le causa sorpresa, me distancia, arranca una contraofensiva…
esto va así y, sinceramente, no es nada satisfactorio. Todos lo sabemos porque
a todos nos ocurre con mucha más frecuencia de la que desearíamos; no sabemos
mantener la boca cerrada y los oídos abiertos. Opinamos gratuitamente,
molestamos sin que nadie nos invitara a hablar… somos así. ¿Y esas personas que
no dejan de preguntar por todo, acaparando la atención a base de cuestiones de
todo tipo y en todas las direcciones? Esas personas están un rato contigo y
cuando se despiden ya van al día, se han enterado de todo: lo que has hecho, a
dónde has ido, qué has comido, con quién has discutido, sobre qué hablasteis,
etc. ¡No se puede ir por el mundo así!
Hay otras personas, tal vez,
vecinos tuyos que casi no hablan, que casi no te saludan, es como si les
costase hablar de la mala educación que tienen, pero… observad, aquel día que a
ellas les interesa saber algo de ti, se acercan… y, ¡sorpresa!, sabían hablar.
Te hablan y te hacen esa cuestión concreta sobre la que tienen curiosidad…
sonríen y todo. Os despedís y al día siguiente… si te he visto no me acuerdo;
se dais de morros y, como otras muchas veces, vuelve a ignorarte, no te saluda…
son veletas o están mal de la cabeza. Esto te sienta mal, tú no quieres estar
solo para cuando esa otra persona tiene una curiosidad por algo de tu vida… y
como tu educación no te lo permite, vuelves a saludar… el otro o la otra… hace
como que no te ha visto, tú pareces invisible. ¡Mejor estar consigo mismo que
con desaprensivos!
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