¡Pobre Asunta!, la niña asiática adoptada
por el matrimonio Basterra, que fue asesinada, aniquilada, drogada y privada de
una vida, muy posiblemente, de grandes éxitos; pues al parecer la chica era super
dotada, virtuosa con el piano, también tocaba el violín, practicaba danza,
llevaba sus estudios, hablaba varios idiomas, era creativa, etc. No obstante,
todo fue insuficiente para preservarle la vida, probablemente, sus padres o
alguno de ellos se sintió desbordado por la niña y decidió que lo mejor era
eliminarla. Tal como se vio en el documento gráfico de Antena 3, con el que
tratan de reconstruir lo que pudo suceder, los padres no salen bien parados, de
hecho ambos están en la cárcel. Cuando les apresaron y los retuvieron en dos
celdas, una frente a la del otro, mantuvieron conversaciones que fueron
grabadas y, desde luego, no guardan en absoluto el tono ni reflejan el dolor o
la angustia que otros padres, que no tuvieran nada que ver con el asesinato,
manifestarían. Ellos hablaban casi en clave y preparando su defensa, así como aconsejándose
cómo actuar al día siguiente ante el juez. Era un mantra lo que repetía el
padre para llegar a mentalizar a la ex mujer; las formas eran muy sospechosas,
al menos para mí.
¡Pobre Asunta!, ¿para qué te
sacaron del orfanato donde debías estar?, ya sé que allí, seguramente, no
tenías vida y esta familia te ha dado unos años de aparente felicidad; pero
para costarte muy caro… para arrebatártelo todo. ¿Qué es lo que debe pasar por
la mente de unos padres que deciden urdir un plan para eliminar a un hijo, en
este caso a una hija?, ¡es inexplicable! Esa atrocidad no cabe en una mente
sana… quitarle la vida a una criatura inocente, alegre y creativa; como se
aprecia en los cortos videos que el documental incluye. Parecen ser grabaciones
que ella misma se hacía, viéndose que era una chica divertida… una niña al fin
y al cabo, con recursos y muy autosuficiente.
Los últimos meses de vida la
tuvieron medio drogada, mejor dicho intoxicada por la cantidad de pastillas
machadas de orfidal que le hacían tomar (un medicamento recomendado para conciliar
el sueño cuando se tiene problema para ello). De hecho por los datos de la
autopsia, dijo el médico forense, que la toxicidad equivalía a haber ingerido
del orden de unas veintisiete pastillas de orfidal… una dosis casi letal. La
intención de asesinarla era evidente y el que había comprado una cantidad de
cajas de pastillas anormal fue su padre. Sin embargo la que tenía recetada por
el médico ese medicamento era su madre, que parece era la que le daba los
polvos blancos, según había manifestado la niña a una de sus profesoras. Esa
profesora avisó a los padres de que su hija parecía drogada, mareada y andaba
haciendo zigzags; la contestación que obtuvo fue que estaba fuertemente
medicada para una alergia que padecía. Cuando la profesora lo habló con la
cría, esta le dijo que ella no tenía ningún tipo de alergia sino que su madre
le daba unos polvos blancos que no sabía para qué servían.
Los padres nunca fueron claros y
por eso han terminado donde deben estar los asesinos… entre rejas, pero… ¡pobre
Asunta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario