Liberté, egalité, fraternité, es
el lema oficial de la República Francesa. Suena bien, me gusta, se ajusta a un
estado de los hombres y las mujeres que ningún Gobierno del mundo respeta ni
trabaja para ello. Los gobiernos no quieren personas libres sino controladas y
con una función contributiva específica y necesaria para soportar los servicios
públicos, que está muy bien, pero también para que los gobernantes distraigan
cantidades de dinero para uso personal o de sus partidos. La gente verdaderamente
libre no se somete como todas aquellas personas condicionadas y forzadas a
seguir un estilo de vida concreto, marcado por los gobiernos de las naciones;
ellos dicen lo que se puede hacer y lo que no está permitido. ¿Hay libertad de
este modo?
Pasemos a la igualdad, ¿creen,
sinceramente, que se propugna la igualdad en las sociedades modernas? Algunos
se apresuran a calificar solo la idea de principio del comunismo, un sueño o
una utopía. Otros justifican la desigualdad como justa y necesaria, en función
de cuánto ha estudiado la gente y de sus responsabilidades; de este modo, se
crean las clases, los status y los que dicen se merecen más, tener más, ganar
más, etc. La sociedad actual no se encamina hacia la igualdad porque se ha
construido sobre el precepto de que una capa minoritaria y exclusiva, que tiene
el poder sobre una capa mayoritaria trabajadora y la explota para lograr
rendimientos económicos y productivos. Así que mientras que la mentalización
original no se modifique, el modelo social será el de la explotación y no habrá
igualdad.
Sobre la fraternidad tendríamos
que hablar mucho… largo y tendido. Es un término bien sonante pero que cuesta
poner en práctica, y cuanto más ascendamos en la pirámide social, creo, que más
difícil es sentirlo. La fraternidad riñe con la avaricia, con el egoísmo, con
la falta de respeto, con el sentido tan enorme de individualidad que la gente
vive. La fraternidad trasciende las normas y no se aprende, se ha de sentir dentro.
Nuestros corazones se ahogan con tantos pensamientos e intereses; no se puede
expresar con tantos problemas que nos creamos y tantas preocupaciones. El amor
está para compartirlo, para expresarlo, para consolar y ayudar a los demás. Si
no sentimos la unión con los demás no hay fraternidad que valga. Si no somos
capaces de ser solidarios, generosos y tender la mano a nuestros semejantes; no
hay fraternidad. Si no me importa lo que le sucede al prójimo y no procuro su bien; no hay fraternidad.
Fraterno es sentirse hermano, y tú para tu hermano/a deseas lo mejor, le auxilias
en cuanto te pida ayuda para lo que sea… estás ahí para lo que necesite, ¿es
cierto? Del mismo modo, debemos estar para los amigos, los vecinos, los
conocidos y los no conocidos, que nos pudieran necesitar. Es así de sencillo,
pero se aleja de la realidad porque los principios sociales no son los de
fraternidad sino competir; el otro no es mi hermano sino mi rival, esto nos lo
han inculcado desde pequeños. Nos enseñaron a cuidar de lo nuestro y a estar
alerta porque otros podían acercarse a quitárnoslo. Eso no es fraternidad. ¿Qué
nos queda de: Libertad, Igualdad y Fraternidad?
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