Hacer tu huerto familiar, en tu
casa, tiene su valor en muchos sentidos: primero se ha de tener un mínimo
conocimiento de cómo condicionar el suelo, las labores que el terreno requiere,
de lo que se puede plantar, cuándo plantarlo, ¿requiere sol o más sombra?, cómo
plantarlo: en semillas, en plantones, a qué distancia se ha poner una planta de
otra. Cuidados posteriores, necesidad de agua, cantidad de la misma… en
definitiva, son cantidad de detalles a tener en cuenta para conseguir un huerto
que dé buenas cosechas. A todo esto, que no lleguen los agentes invasores: parásitos,
virus, bacterias y hongos, y todo el invento se vaya al garete. Por otro lado,
si llega el momento, qué hacer, ¿empleamos sustancias nocivas que la planta
absorba para librarse del mal que padece?; esto no sería lo deseable en un
huerto tuyo, para eso ya tienes las verduras que puedes comprar tratadas con
todo tipo de tóxicos.
En casa la tierra es malísima,
arcillosa, compacta cuando se seca a tal punto que para soltar la tierra tengo
que usar el pico de obra… se pueden hacer una idea. La motoazada da saltos en
el terreno, incapaz de realizar su trabajo… apenas araña el suelo. Además, para
acentuar la dificultad, la tierra tiene la peculiaridad de estar repleta de
chinos o cantos rodados, para que me entiendan. Así que no queda otra que
trabajarla con mucha paciencia, pensando que voy al gimnasio cada día unas
horas, cojo el pico y lo lanzo cientos de veces o miles contra el suelo. La
mayoría de las veces rebota porque se estrella contra algún canto rodado, otras
se adentra algunos centímetros. Es cuestión de paciencia e insistencia, así paso
una y otra vez sobre el mismo sitio y voy profundizando. Al mismo tiempo voy
retirando los chinos, las piedras, que van emergiendo por doquier y, estas me
están sirviendo para adornar los pies de los árboles que tengo en mi parcela.
Retirar los chinos, uno por uno, es trabajo de chinos, pero yo lo aprovecho
como un trabajo interior… es una actitud mental y física… es mi centro de
preparación física, mental y espiritual. De esta forma, voy con gozo cada día a
hartarme de trabajar, a ejercitarme en todos los niveles expuestos… ya casi soy
todo un experto con el pico, ¡jejeje!
Más que el resultado a conseguir,
que espero sea algo satisfactorio algún día… no tengo prisas, es el camino
recorrido: el día a día, la práctica física y mental desarrollada, la actitud
conseguida… algo que, quizá, no todo el mundo entienda; sobretodo, aquellos que
necesitan obtener los resultados en poco tiempo. La vida me ha puesto esta
tarea por delante y, cada día, voy con ilusión a “mi gimnasio personal” sin
gastar ni un euro, fortaleciéndome a todos los niveles, aprendiendo y
disfrutando. Tal es así, que estos días no para de llover y aprovecho las
claritas para ejercitarme un poco, incluso me pongo de agua hasta empaparme
como ayer. Es en ese momento cuando corto la faena y tomo una ducha calentita y
reconfortante… ¡tremenda!, con una sensación extraordinaria de haber estado
trabajando en conjunción con el medio, con la naturaleza, en condiciones
normales… si me lo permiten, sintiéndome más indígena e integrado. En
definitiva, voy a remarcar lo que dijo algún sabio: el objetivo no es la meta
sino lo que experimentas por el camino. A mí, en estos momentos, me toca esto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario