Sigue arrojando tinta la
vergonzosa decisión de los países de acoger o no acoger, en sus puertos, las
embarcaciones de inmigrantes que surcan los mares. Sigue siendo un problema la
inmigración que llaman ilegal porque nadie pone los puntos sobre las ies. ¿Qué
está sucediendo en los países de origen de esos inmigrantes?, ¿por qué toman la
decisión de abandonar sus países para correr la aventura de jugarse las vidas,
gastando un pastón para ocupar una plaza en una lamentable embarcación? Esa es
la clave de todo el asunto que nos hace reflexionar. La solución se ha de dar
en origen, no por ello se ha de dejar morir a ninguna persona y, por tanto, no
sirven las ideas racistas y xenófobas que exhiben ciertos países avanzados,
supuestamente democráticos y modernos.
Si la actitud de dirigentes de
esos países que, potencialmente, nos crean problemas de desequilibrio
demográfico con sus correspondientes repercusiones o consecuencias, propicia
los exódos de población, habrá que negociar una salida real y digna para todos,
incluidos los que desean abandonar sus países. En sus países de origen se han
de dar las condiciones propicias para que sus habitantes vivan adecuadamente y
en buena proporción al nivel de riqueza o recursos con que cuenten sus países.
No hay que pagarlo con los que viajan en esas condiciones, asumiendo los
riesgos y, en muchas ocasiones, jugándose la vida. Hay que ir a por los
dirigentes de sus países, negociar en serio una solución o destituirlos por las
buenas o por las malas, pero no volvamos a caer en el error de siempre:
bombardear a la población civil inocente; hay comandos especializados que
debieran operar para quitar de los puestos de poder a los dictadores y malos
gobernantes, para que en sus países se pueda vivir dignamente.
Ya está bien de dar vueltas a la
mierda sin que nadie se decida a dar el paso que hay que dar, no el que es más
cómodo: dejar morir a la gente a la deriva. Vivimos una sociedad sin corazón,
deshumanizada, terriblemente hostil con los demás, a menos, que sean viajeros
con maletas, carteras llenas y reservas en hoteles. Nos estamos equivocando al
ser tan beligerantes con los que menos tienen, nunca es buena solución arrinconarles,
marginarles, castigarles más a pesar de sus largas travesías… ellos no son los
culpables, son los presidentes de los gobiernos de sus países. Son ellos los
que deben anularse, ellos y todos los que piensen y estén tolerando que en sus
países la pobreza recaiga en sus pobladores. Todos esos deben ser blancos de
las operaciones que a nivel mundial se deberían coordinar para liberar, de
verdad, a sus países. ¿Qué hacen los dirigentes manteniendo reuniones en las
que no solucionan nada, más que viajar y celebrar grandes comidas de “trabajo”?,
¿para qué sirven los dirigentes más que para dar grandes titulares y aparentar
tener control sobre el problema de la inmigración? La derecha suele hacer
correr whatsapps y tuits en los que tratan de hacernos creer que los enemigos
de nuestro bienestar son los que vienen de fuera en esas pésimas condiciones,
así exculpan a los malos gestores, este es el motivo por el que va proliferando
una opinión contraria a esos pobres: nos
quitan el trabajo, colapsan la sanidad, consiguen mejores subvenciones y ayudas
que los nacionales, etc. El problema está en los países de origen, pero
jamás hablan de lo que están haciendo allí; ¿saben por qué no hablan de ello?...
porque nunca van a la raíz del problema.
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